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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 7 la vida hum ana y de toda la vida en general. El punto de partida para esta interpretación es el sigu ien te: Cada primavera nacen los seres y mueren en otoño. Los seres del cielo también nacen y mueren. Lo m ismo el hombre. Durante el invierno, en la oscuridad de la tierra, en sus partes inferiores, donde no hay sol, n i orden ; donde sólo hay barro y fuego, se verifica la lucha entre la luz y las tinieblas, la noche y e l día, la muerte y la vida. T riun fa el día sobre la noche, la vida pu jan te de primavera logra vencer al oscuro invierno. Pero la victoria siempre es efím era , porque vuelven la noche, el invierno y la muerte y se llevan los seres al «in fierno», a las partes oscuras de la tierra. Es el continuo fluir del eterno retom o . En esta perspectiva hay que encuadrar la «creencia» pagana en la existencia de un «infierno» para los hombres. El infierno no es una situación hum ana libremente provocada por el hombre o por los dioses. El infierno es un acontecim iento «natural» en el sentido más radical de la palabra. Los pueblos de cultura agrícola ven brotar la vida de la madre tierra y volver a ella, para renacer de nuevo. El hombre no es una excepción. Este es el proceso fundam en tal, cuya verdadera historia quiere contarnos el m ito, en cualquiera de sus fo rmas. Tamb ién en mito del infierno se narra con la ‘ ntención de contribuir a esclarecer o hacer meditar sobre el sentido ú ltimo de la vida, desde su origen h a sta su acabam iento y su resurrección desde el infierno. Es parte integrante del m ito del infierno el relato del descendi­ m ien to de los héroes o dioses a los «in fiernos». Así lo hacen Hércules y G ilgam esh . Es natural que el que quiera dar la inmortalidad a los hombres, el que quiera presentarse como «salvador» h aya de ba jar al infierno. A llí es donde se libra la batalla entre la muerte y la v id a ; de las profundidades subterráneas brota la vida y allí h ay que ir para librarla del tenebroso poder de la muerte y del mal. En las form as m á s prim itivas del m ito del infierno no h ay inten to n inguno de separación entre buenos y malos. Asi se ve en Homero, en los prim itivos babilonios y hebreos. El hombre ba ja al in fierno - hades, y allí lleva un a vida umbrática, incorpórea como un recuerdo que va y viene por los espacios de la imaginación. Cuando aparece la idea de la inmortalidad el a lm a — aunque sea en form a imperfecta— como entre los griegos órficos, pitagóricos y luego en los clásicos, se inten ta ampliar la significación del m ito del infierno en el sentido de no fija r en él un acabam iento definitivo del ser hum ano . Nace así la idea de la reencarnación de las alm as tal como se ofrece en los m itos religioso-filosóficos de P latón. Lo dicho sobre el m ito pagano del infierno, nos ayuda a com ­ prender, y a desde ahora, la distinción radical entre el mito de los

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