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50 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » réprobo tan to inquieta a Barth . En la H istoria de Salud vemos que aún los «réprobos», al final, se jun tan en torno a Cristo para glori­ ficarle como los «elegidos». No hay allí reprobación definitiva de n a ­ die. Podría quedar abierta la pregunta de si la hay después de la muerte. F inalm ente, la Biblia, que gusta enseñarnos las verdades teóricas mediante hechos concretos, nunca afirma el hecho de la reprobación rsal y definitiva de n ingún hombre. 5. Sentido católico de la eternidad del infierno. B ajo cualquier forma y en cualquier intensidad que se presente, la apocatástasis encierra siempre un conato de aliviar el peso de una afirmación ap la stan te: el infierno es «eterno». Nosotros vamos a tom ar de aquí ocasión para determ inar, en su ú ltima precisión, la doctrina católica sobre la eternidad del infierno, como situación de apartam iento definitivo de Dios. Y a hemos visto cómo la m ism a B iblia emplea la palabra «sterno» para calificar a la muerte espiri­ tual y al fuego que su frirán los que son separados de la compañía de Dios. Veremos cómo la recta inteligencia del dogma de la eterni­ dad del infierno, no deja lugar para la apocatástasis: n i como te ­ sis, n i como hipótesis, ni como posibilidad real. En la Biblia y en el lenguaje teológico técnico la «eternidad», es un atributo exclusivo de D io s: La vida de Dios — y sólo la de El— n o está su jeta al ciclo de la decadencia y destrucción a que están su jetos las p lan tas, los animales, los hombres “ . Dios vive en plena, omn iperfecta posesión activa y simu ltánea de toda su vida in ten ­ sivamente infinita. En este sentido, que llam am os «ontològico», por­ que a fecta a la form a m isma de poseer el ser, n inguna creatura ni n inguna situación real de la creatura puede decirse «eterna». En este sentido lo «eterno» es también un predicado de cualidad y no dice referencia directa al tiempo, sino que lo supera totalmen te. Aún en sentido temporal el carecer de comienzo, de sucesión y de térm ino es una cualidad que tampoco conviene a la creatura, sino sólo a Dios. Incluso puede tenerse por segura la repugnancia m e ta ­ física de que un ser contingente exista desde la eternidad. Sin embargo, la teología y la m isma B iblia aplican el califica­ tivo de «eterno» a realidades o situaciones creadas. Así se nos dice frecuentemente que el hombre está destinado a la «vida eterna», 46. Concepto bíblico de eternidad, cf. TH. C. Vriezen, Theologie des A. T. in Grundzügen, Neukirchen Kreis Moers s. a., p. 152ss. W. Eichrodt, Theologie des A. Testaments, I, p . U3ss, 120.

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