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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 4 5 un poco en las enseñanzas del gran teólogo protestan te sobre la suerte final de los «réprobos» y en los principios sistemáticos en que quiere apoyarlas. No h a publicado Barth una Escatologia, por lo cual sus en se ñanzas hay que buscarlas en su tratado sobre la Predestinación. Indudablemente, según observa algún comentador, puede esperarse que Barth no haya dicho todavía su ú ltima palabra sobre el tema del infierno eterno, ya que su «Dogm ática Eclesiástica» está todavía sin term inar. Nos atenemos a lo publicado. Siguiendo la tradición calvinista, Barth concede una especial importancia a la doctrina de la Predestinación dentro de la Dog m á tic a ; pero reacciona fuertem ente contra la teoría de la «doble predestinación» antecedente, al cielo o al infierno. Su pensam iento resulta original, profundo y, en momentos, genial. Las ideas genera les parecen su ficientemente claras; pero resulta también extremada mente difícil resumir aquí las 563 páginas que dedica a este tema en la Dogmática-, páginas escritas con densidad de contenido, en el estilo pletòrico, con la vitalidad profètica característica de K arth . Para K . Barth la doctrina de la predestinación es la «suma del Evangelio, de la Buena nueva de Salvación. «La más alegre Nueva que jam á s h a sido anunciada y que el hombre puede oír es e sta : que Dios elije al hombre y que, por consiguiente, también para el hombre es D ios el Amor plenam ente libre y gratuito. La doctrina de la predestinación se funda en el conocim iento de Jesucristo, ya que El es, al m ismo tiempo, el Dios que elige y el Hombre Elegido. En la doctrina de la predestinación se nos revela Dios como Dios para nosotros. A l afirmar la predestinación testificamos que la gra cia eterna, libre y constante de Dios está al principio de todos sus cam inos y obras» 87. La predestinación no hay que concebirla como un decreto ab soluto y abstracto : es algo concretísimo, es una acción, un acon tecim ien to : la elección de Jesucristo. Esta es la primera y m ás ra dical elección de Dios. La única elección en realidad. En Cristo y para Cristo h an sido elegidos el hombre y el cosmos, todo lo que D ios h a creado lo h a creado partiendo de esta su elección. Y Cristo n o sólo es el ejemplar y norm a de la E lección : es el contenido. Ele gir a uno es quererle en Cristo, ser elegido es estar en Cristo. Por eso «la gracia de la elección es el comienzo eterno de todas las obras y cam inos de Dios en Jesucristo, en el cual Dios, por gracia totalm en te gratu ita, se decide a sí m ismo por el hombre pecador y 37. Kirchliche Dogmatik, I I , 2, p. 1, con el com e n ta rio pp. 1-100.
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