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6 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » tado en direcciones divergentes. Su fecundidad nace también de aquí, de la tensión dinám ica, dialéctica, entre dos experiencias, realidades, ideas, sentim ientos. En el m ito son expresados los procesos vitales de la naturaleza y del espíritu h um ano ; pero sobre todo el m ito des­ cribe la historia y acción de los dioses en mundo celeste, terrenal y in framundano o subterráneo. Y es que en el m ito la separación entre acción de la naturaleza, acción del hombre y la de los dioses es muy imprecisa. Ta l vez en el fondo hay una realidad ú n ic a : la psique hu ­ m ana que se siente religada — en forma vagarosa— al cosmos y a un absoluto difuso e impersonal. La acción de la naturaleza, la del hombre y la de los dioses aparecen sincronizados y homologados en una m ism a ley. Unos m ismos procesos fundam en tales siguen su m a rch a circular y turnan te en la natu leza, hombre, dioses: luz-tin ieblas, muerte-vida, nacim ien to-decadencia. Todo está sujeto a la m isma ley del ser. Fn realidad, los procesos internos que se verifican en la vida hum ana , son interpretados como emergiendo de la naturaleza cósm ica de la que el hombre form a parte. Y la naturaleza se hunde ella m ism a en el seno de lo vagamen te divino. En la h istoria de las religiones el m ito sólo es posible en la ausen ­ cia de un concepto claro sobre D ios como ser personal, inteligen te y libre, distinto del mundo. Y en la historia de la cultura, el m ito su­ pone la ausencia de un pensar racional-cau sa l, científico que diría­ mos. Por eso los grandes disolventes del m ito son la filosofía cuando descubre el «logos», y sobre todo la religión cuando llega descubrir la «libertad», el ser personal en Dios y en el hombre. Por lo que se refiere al mito del infierno (el Hades del mundo grecorromano y sus similares) no parece difícil describir su origen psicológico, y desde aquí valorar su contenido y su auténtico sentido. El hombre h a contemplado desde siempre, y cada generación con renovada adm iración, sorpresa e inquietud el fenóm eno sensible del nacim iento de los seres, su florecim ien to y su decadencia o muerte, para luego verlos volver a surgir en la nueva primavera. Este espec­ táculo es sobre todo llamativo en los países de la cuenca del medite­ rráneo y próximo oriente, donde el sol hace florecer tan pu jan te la vegetación en la primavera, para luego ofrecer el espectáculo deso­ lador de una naturaleza autén ticamen te muerta en invierno. El h om ­ bre m ismo vive y revive este proceso natural através del año y através de su propia vida entera que nace, crece y muere como uno de tantos seres del cosmos. Los astros también están su jetos a este proceso de nacer y morir, salir y ocultarse. Este ciclo del eterno retorno es la ley de toda vida, la ley del ser. En vez de una explicación racional y cien tífica, durante m ilen ios los hombres dieron una interpretación m ítica del origen y sentido de

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