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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 37 3. El problema del infierno en la cura de almas. Las dificultades que hemos exam inado h a sta ahora pudiéramos calificarlas de «teóricas» o doctrinales, ya oue se refieren a r»ociV e s reservas de nuestro asentim iento intelectual al dogma del infierno. Las dificultades doctrinales no pueden menos de ejercer su influ jo en el orden práctico, cuando se trate de aplicar el dogma del infierno al comportanr'ento moral y religioso del cristiano. La cateques's cris­ tiana, la predicación, la cura de almas en general no pueden menos de tom ar una posición concreta en relación al dogma del infierno. Por los motivos doctrinales antes indicados y por otros m ás con ­ cretos que vamos a indicar, la verdad del infierno tiene un valor pas­ toral muy secundario, según estiman muchos de nuestros con tem ­ poráneos. La preterición de esta verdad va desde el silencio preme­ d itado hasta la franca desestima del valor religioso y predicable de esta verdad. Ciertos pastores de a lm as parece que no saben oué hacer con tal verdad. D ialogando con los no-creyen tes apenas saben como «disculpar» el hecho de aue el Cristianismo — la religión del amor— , m an tenga una verdad tan aterradora como esta del in fe rno eterno. En ciertos estudios teológicos se aconseja y se practica extre­ m ada sobriedad y parsimon ’ a en hablar del tema del infierno. No se candan de renetir oue es tem a secundario dent’-o del con iun to del M ensaie de salvación. Nuestros conocim ientos sobre el ’n fierno son. en realidad, escasos. Adm itida la posibilidad real de la separación eterna de Dios, a penas si es posible decir más. Desde luego, el re­ curso a describir las penas infernales se t*ene por teológicamente poco fundado y de valor religiosos nu lo y. en casos, contraprodu­ cente. Muchos sacerdotes dedicados a la cura de alm as evitan cons­ cientemente hab lar de estas cosas. Es m u y m arcada la tendencia a m in im izar la importancia de esta verdad en m omentos de la pre­ dicación sagrada en crie t rartioionalmon*-e >Qe e s t ^ n ^ a • Los eierc^cios para el eran público las Misione« populare.«: eran luear privilegiado para recordar a los cristianos las «verdades eternas» e impulsarlos, ba lo su fuer*a. e^n ritua l. a la convo^ i^n Hni y renovac’ ón de la vida cristfana. Entre la.s «verdade« eternas» ’ a más temerosa de todas es el iuicio de Dios que lleva consigo la posibilidad real, y para algunos cercana, de ser condenados. Una vaga mentalidad y sen tim ien to apocatástico se extiende en am olios sectores del pueblo cristiano. La fe y la ra?ón teo’óg ’ ca señ a ­ lan con nrecis'ón el concepto de eternidad aplicado al infierno. Pero m á s allá de la inteligencia v de la fe, el corazón y la esneranzn cris­ tiana abrigan la consoladora ilusión de que algo imprevisto puede

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