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3 2 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » reveladas. Su eficiencia en la vida cristiana seria débil, poco bene­ ficiosa y h a sta perjudicial, si no se procede con extremada sobrie­ dad y prudencia al hablar del tema. Las objeciones y «sentim ientos» adversos que un cristiano puede sentir fren te al infierno repercuten tan to en el concepto teológico que h aya de formarse sobre él como en la utilización pastoral que h aya de hacer de esta verdad en la cura de almas. Estudiaremos por separado ambos aspectos, el preponderantemente «dogmático» y el «pastoral». Aunque, como es natural, ambos están in tim am en te unidos y necesariamente compresentes y operantes el uno en el o tro : los problemas dogmáticos surgen de la práctica pastoral y esta e stá guia­ da por las concepciones dogmáticas. Casi no será necesario adver­ tir que el cristiano no pretende «elim inar» el dogm a del in fierno o su eternidad. S implemente se quiere hacer una «reducción »: restar­ le importancia en la Econom ía divina de sa lvación : en nuestra dog­ mática, en la cura de alm as en la espiritualidad; poniendo bien de relieve las dificultades que lleva consigo. Exponemos primeramente las dificultades de orden más bien teórico. A . El infierno ante la Bondad paternal de Dios El cristianismo ha revelado la esencia íntima de Dios como Bondad Comunicativa, Caridad paternal. Dios es nuestro Padre, el Padre del h ijo pródigo, que nunca quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. A penas si será preciso insistir en esta idea tan constante en la B iblia y tan clara en el pensam iento cristiano. Pero, precisamente en este concepto de Dios como Caridad paternal, es donde m enos sitio le queda a la horripilante realidad del infierno eterno. A los paganos les puede resultar muy fácil im aginar estos dioses iracundos castigando en forma impacable las rebeldías hum a ­ nas. Con tales castigos liberaban un secreto y reprimido sentim iento «humano» de impotencia frente a los hombres a quienes no quieren o no saben atraer hacia sí. Tales procedim ientos deben estar le­ jos de la Caridad de un D ios Padre, que cuenta con in fin itos recur­ sos de amor y de poder para apoderarse del corazón hum ano y reducir su rebeldía, sin violentarle. Secretam ente se piensa que, un Dios creador o patrocinador del infierno eterno sería un Dios incomprensiblemente duro. Cualquier hombre honrado sería más compasivo que un Dios así. Nadie se cree capaz de torturar eternamente a su peor enem igo. Ningún p a ­ dre o madre, n ingún am igo dejaría de desplegar todo su poder y saber para term inar este espantoso tormento y norm alizar la situa­ ción a todo precio. Viene a la m ente, ten tadora, la idea de que el

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