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A le ja n d r o de v il l a l m o n t e 29 1. Secularización de la idea del infierno. No podemos decir que el tem a del infierno sea precisamente raro en nuestro ambiente cultural. La novela y otros géneros literarios se ocupan con bastan te frecuencia del infierno. Así Rambeaud estu ­ vo « Una temporada en el infierno ». Cesbrón nos in form a de que «Los santos van infierno », localizado en cualquier suburbio de una gran ciudad. Y a que el N. Testam en to nos dice que Jesús bajo a los in fier­ nos y lo repetimos todos los dias en el Credo, no hay por qué no decir que «Dios baja al infierno del crimen». El capitán Palacios, prisionero en los campos de concentración de Rusia, creyó que él hab ía sido un «Embajador en el infierno-», para representar allí el honor de su patria. Y los títulos podrían multiplicarse 23. Otras veces el tem a del infierno es tratado con m ás hondura de pensam iento y con autén tica intención filosófica. Podrían citarse como típicos en este sentido la comedia de Sartre «Las Moscas», que no son otra cosa que creaturas hum anas personificando los m i­ tos antiguos de la Erinnas subterráneas y e l concepto relig ioso -cristia- nono de los remordim ientos. Una situación m ás autén ticamen te in ­ fernal se in ten ta describir en la obra «A puerta cerrada » (Hu is-clos). En realidad la aquí escrita es la situación infernal ún icam ente ver­ dadera, puesto que «el infierno son los otros otros», según sentencia programáticam ente uno de los personajes (l’enfer, c ’est les autres). No hacen fa lta diablos, ni instrumentos de suplicio. En simbiosis perfecta con el tem a del infierno se encuentra el tem a del diablo. Figuras y personificaciones del diablo y de sus cos­ tumbres in fernales las encon tram os con m ás frecuencia aún que el tem a aislado del infierno. El diablo encarna la figura del hombre rebelde ante la dureza del destino humano. Por eso presenta ante los artistas la «actitud simpática» del valiente que se rebela fren te a todo lo que significa servidumbre, control ejercido por voluntad a je n a ; sea este el destino impersonal o el m ismo Dios de la reve­ lación. Sobre todo en los siglos X I X y X X la floración de escritores sa tan istas, de varios matices, h a sido extraordinaria. No se puede prescindir del diablo en la obra de Bernanos, Dostoiewski. La litera­ tura sa tán ica está bien nu trida desde el romanticismo h a sta nuestros días 2*. 23. Recoge y sistematiza un poco la situación actual en torno al infierno, H. Urs von Balthasar, El problema de Dios en el hombre actual, Madrid, 1960, pp. 249-285. J. Guitton, L’Enfer et la mentalité contemporaine, en la colec. «L’Enfer», pp. S21-349. 24. La publicación «Etudes Carmelitaines» dedicó en 1948 un número mono-

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