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2 2 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » m enos hum ano y menos norm al el reconocer la necesidad del casti­ go de los culpables, sobre todo cuando la culpa presenta caracteres de rebeldía. La sensibilidad cristiana puede insistir mucho en la bondad in fin ita del Padre celestial, pero no puede desconocer los derechos del honor divino u ltrajado por el hombre pecador. El infier­ no adquiere el carácter de algo incomprensible para la inteligencia y aterrador para nuestra sensibilidad espiritual, cuando se nos dice que el infierno es « eterno ». También la doctrina neo testam en taria sobre el infierno encuen ­ tra aquí la m áxim a dificu ltad para ser aceptada. ¿A firm a el N. T e s­ tam en to la eternidad del infierno y en qué sentido? ¿Qué alcance puede tener el calificativo de «eterno» aplicado al castigo de los pe­ cadores en u ltratumba? An te todo debemos procavernos de la ingenuidad de buscar tex­ tos de claridad fu lgurante. Estos textos son h istóricamente inexis­ tentes y casi psicológicamente imposibles. Desde el m om en to en que a nuestra m en te se le quieren revelar auténticos m isterios ya todas las formas hum anas de expresión se tom a n ambivalentes. Cualquier texto aislado, por muy claro que le se suponga, llevaría siempre sobre sí la objeción de ser algo esporádico y, por tan to, no convin ­ cente. La idea de «eterno» aplicada al infierno no es una excepción. Hay que tratar de en tenderla en amplio contexto ideológico que lla ­ mamos «analogía de la fe o analogía de la Revelación». Por eso an ­ teriormente hemos hablado de la cualidad de «exigente» que tiene la Palabra de Dios y del carácter absolutamente definitivo que puede tener su juicio, aun cuando sea condenatorio de la conducta humana. Para comprender la «eternidad» no se deben perder de vista aque­ llas observaciones. Son numerosos los textos bíblicos donde, implícitamente al menos, se cuen ta con la eternidad estricta de las penas infernales. San P a ­ blo proclama en forma ta jan te, cargada de responsabilidad y solem ­ nidad, que los inicuos «no poseerán el reino de Dios» 'l\ Nada auto­ riza a pensar en una lim itación de tal decisión. En la predicación de Jesucristo la eternidad de la «gehenna» está del todo clara !6. Hay en el NT. una distinción neta entre el «hades» y la «gehenna». El hades es transitorio, es un entretiempo. A llí van 15. I Cr. 6. 9 ss. ; Gal. 5, 19-21. 16 Mt. 5.22; 5,29ss. ; 10,28; 18.9; 23.33; y otros textos equivalentes donde se habla del «fuego» eterno, o«tormento». Para estudiar más detenidamente la «gehenna» neotestamentaria cfr. Spicq, La révélation de Venfer dans la sainte Ecriture, en la colec. «L’Enfer», pp. 119-141. Kittel, THW z NT., «geenna», I, 655. LTHK., «Hollé», V, 445-450. DBS., «geenna», III, 563-579.

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