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4 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » pre h a estado, por designio de Dios. Y asi, también ba jo este tercer aspecto, devolver al in fierno su categoría de verdad «e te rn a »: tran s­ cendente a la existencia u ltramundana, definitiva. Nuestro in ten to n o es recoger aqui, en los lím ites de un artículo, toda la problemática actual en torno al infierno. Presentamos ún ica­ mente ciertos aspectos del dogma del in fierno que inquietan m á s la conciencia religiosa de nuestros contemporáneos. A base de las pre­ gun tas que clara o secretamente hacen los hombres de nuestros días, ofrecemos una exposición teológico-Jcerigmática de dogma de infier­ no-, es decir, presentam os este dogm a encuadrado en el m isterio del Amor de Dios que se nos revela en Cristo muerto y resucitado para Salud de los hombres, a fin de buscar y exigir la entrega y dicisión reli­ giosa del hombre por Dios. Ello nos obligará a tener en cuenta no sólo los aspectos especulativos del problema, sino también los valores religiosos, espirituales, que el dogma del in fierno encierra. I. ORIGEN DEL DOGMA DEL INFIERNO La teología presenta el infierno como una verdad estrictam en te sobrenatural, que en su existencia y en su esencia supera las posibi­ lidades de la inteligencia hum ana . Sólo Dios pudo decir y dijo que existe el infierno. Sin embargo, la h istoria de las religiones nos ofrece numerosos testimonios de la creencia en la vida de u ltratumba con su destino de «infierno». La idea se halla muy extendida entre las grandes religiones no cristianas. No podemos tratar deten idam en ­ te el problema de las relaciones entre la idea de un «infierno» natural y el infierno de que nos hab la la teología católica. Pero juzgam os de interés aludir al hecho de que, a pesar de ciertas sem ejan za s externas, la idea del infierno que mantiene nuestra teología es estrictamente sobrenatural: sólo Dios, y en caso de que haya un destino sobrenatural para el hombre, garantiza la existencia real del infierno y su verda­ dero carácter de misterio. 1. El infierno de las religiones paganas Todas las grandes religiones tienen una esoatología más o menos desarrollada. La religión no puede menos de inten tar dar una solución al problema de la vida hum ana . Por eso ha de preocuparse de la muer­ te como parte integrante de la vida, preguntarse por el sentido de la vida vista desde la muerte, el destino del hombre en la muerte y después de la muerte. La «creencia» en el infierno la encontramos desde muy antiguo

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