PS_NyG_1963v010n001p0003_0056

2 0 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » Jesús ss expresa en form as literarias populares, la verdad religiosa que quiere sensibilizar y escenificar ante sus oyentes queda clara. Despojando las narraciones los elementos decorativos e im agina ti­ vos, queda en pie el hecho de que existe un núcleo esencial: la deci­ sión libre de Dios de excluir de su compañía y de su vida feliz a los hombres impenitentes. Junto con la idea de la exclusión y aparta­ m iento de Dios viene, inevitablemente, la idea de que ta l separación trae consigo dolor y su frim iento para el hombre. El fuego inextin ­ guible», la «gehenna de fuego», el «gusano roedor», el «llanto y crujir de dientes», «las tinieblas exteriores» y otras similares, son instru ­ mentos y expresiones a la vez del interm inable morir doloroso de los condenados. Indudablemente, el NT. da preponderancia a los su fri­ m ientos espirituales y anímicos, pero también tiene presentes los corporales. Más aun, hablando a las multitudes que no saben pensar más que en forma imaginativa, la insistencia en los su frim ientos y torturas corporales era el cam ino único para comprender la exis­ tencia de otros su frim ientos más hondos, que a fectan al alm a. Aun ­ que son impresionantes, las descripciones evangélicas del infierno son muy sobrias, porque quieren servir ún icamente de vehículo hacia algo más hondo y más grave: la perdición del alma. Basándose en el género literario alegórico alguien podría creer que Jesús hab la del infierno con una finalidad exclusivamente didáctica, pedagógica. En realidad lo que a Jesús interesa — se dice— es incu l­ car un enorme respeto ante la santidad de Dios y provocar a los h om ­ bres a que respondan positivamente al amor del Padre y suyo propio, evitando el pecado. Para ello juzgó muy apto el referir a los hombres las «parábolas del in fierno», en sus diversas formulaciones. Como una madre que cuenta al n iño cosas tremebundas sobre el coco y sobre el hombre del saco, a fin de que el pequeño se duerma pronto o n o salga a la calle y le atropelle un coche. E incluso en un m om en to de exas­ perado amor m aternal llega a decir que le va a cortar las m an itas si le vuelve ver jugar en el barro de la calle. Pero bien sabe la madre que el coco no existe y que nunca cortará las m an itas al n iño. Así hablaría el Padre celestial, por boca de Jesús, a sus h ijitos los hombres. S implemente para educarlos, para conseguir determ inadas reaccio­ nes de buena conducta moral y religiosa les hab laría del in fierno que, a la hora de dura realidad, no existiría. Este recurso al sen tim ien to hum ano, aunque sea noble, nos sa l­ drá al paso con frecuencia, al hab lar del infierno. Según veremos las realidades sobrenaturales han de ser juzgadas y en tend idas des­ de sus propias categorías, desde Dios, en ú ltim a instancia. Todo lo hum ano es aquí sustancialm en te incompleto y, si se quiere insistir, perturbador.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz