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12 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » cidos, pero también la idea de que el castigo fundam en tal era la se­ paración de Dios, de donde nace todo otro sufrim iento. Pero norm al­ mente tampoco nadie pensaba en su acabam iento. Así se explica que los autores del NT. den estas ideas por corrientes en el ambiente en que escriben. Respecto a las ideas paganas sobre el «infierno», el infierno del A. Testam en to presenta un cambio su stan cia l: la desm itologización de esta idea. El «infierno», n o es expresión m ítica de la lucha entre las fuerzas de la naturaleza, la vida y la muerte de las existencias o seres vivientes. Tampoco hay vestigios de que en el sheol bíblico se quiera expresar el sen tim ien to trágico de la vida que se alberga en el espíritu humano. El sheol es una realidad religiosa, expresión de las relaciones religiosas entre D ios y el hombre. Los hab itan tes del sheol cumplen un destino libremente querido por D ios y del que también ellos m ismos, en cierto sentido, son responsables. Desde el momento en que interviene la actitud libre del espíritu de Dios y del hombre ya no queda lugar para el m ito, al menos en el sentido antiguo de la pa ­ labra. No podemos decir que la existencia del in fierno y menos su eterna duración sean verdades claras en el AT . Pero ciertamente se inicia su revelación en form a tal que el ambiente estaba preparado por Dios para realizar la m an ifestación plenaria del «m isterio del infierno», hecha por el m ismo Jesucristo como parte integrante de la revelación de su propio misterio y del m isterio del Padre. 3. El infierno en el Nuevo Testamento La investigación del dogm a del infierno en el NT exige especial cuidado ya que es aquí donde parece que esta pavorosa realidad se encontraría más fuera de lugar, frente a la persona de Jesús, reve­ lador del amor in fin itam en te misericordioso del Padre, que entrega su H ijo a la muerte para librar a los hombres de la condenación que sobre ellos pesaba. No podemos partir de un concepto cien tífico-teológico, ya elabo­ rado, sobre el infierno y luego ir a comprobarlo con textos del NT. El método no sería, en principio, teológicamente ilegítimo, pero sí ex­ pone a incurrir en apriorismos, a violentar un poco los textos para encajarlos en categorías extrañas. Esto nos haría sospechoso de pa r­ tidismo ante el que tenga sus reservas sobre el infierno, o al menos sobre su continencia en el NT. El estudio de los textos juzgados como «probativos» no h a de hacerse asiladamente, desglosados del ambiente. Hay que presuponer un con jun to de ideas básicas en el M ensaje n eo - testamentario de Salud, que form an el contexto remoto, el clima ideo

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