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GABRIEL DE SOTIELLO 3 2 3 indestructible de la materia. El mecanicismo, que opera con esque­ mas abstractos proyectados sobre la materia, en lugar de aceptar hum ildem en te lo que e sa materia nos quiera decir de sí m ism a, piensa que lo real h a sido fabricado al modo como nosotros fabricam os las máquinas. Pero lo real no es así. Desde Bergson nadie puede ignorar que el tiempo es algo intrínseco a las cosas y que hace imposible, en la naturaleza, que n o e s un laboratorio, la pura reversibilidad. Para nosotros es sencillam ente inconcebible el eterno retorno. Tenemos, pues, que concebir lo real, n o en fo rm a circular, sino longitudinal. La génesis de las cosas no es un suceso que acaeció al principio de los tiempos, de una vez para siempre. Es algo que de continuo se está verificando delante de nuestros ojos. Las realidades físicas, lo m ismo que las biológicas, pertenecen a una fecha determ inada. Esto no hay quien se niegue a aceptarlo, pero muchos siguen cre­ yendo que hay un sustrato, una especie de m a teria prima, que ha existido siempre. Son los restos de un racionalismo que se empeña en concebir la realidad según el patrón de las ideas, pero que no encuen tra apoyo ni en la ciencia ni en una m e ta física que quiera contar con lo real ta l como es en sí mismo. Como anota Tresm on tan t, «en una filosofía que pone un cosmos acabado, la noción de creación es una h ipótesis puram en te arbitraria, tota lm en te extrínseca, que sólo puede aceptarse por una fe ininteligente. Por el contrario, si se reconoce que e l universo e stá aún en trance de hacerse, que su crea­ ción ha constituido una historia, cuyas etapas nos e s perm itido deter­ m inar, en tonces la creación se convierte simu ltáneam en te en la evi­ dencia más lum inosa y más plena de sign ificado m eta físico». Una m eta física consecuente consigo m isma, que comience negando la génesis del universo, debería negar toda novedad en las cosas. A lo sumo podría adm itir un ciclo que se repite siempre idéntico, y la h istoria, la del hombre, la de la tierra y la del cosmos, se volvería ininteligible. La idea de creación implica la distinción radical entre el Creador y lo creado y la trascendencia absoluta de aquél. En cambio en las filosofías n o cristianas está siempre laten te, cuando no explícito, el m on ism o pan teísta. Es n a tu ra l: lo que por sí m ism o es eterno, no necesita de nadie para existir, con lo cual se nos cierra el cam ino para subir de la con tingencia de las cosas al ser necesario que las crea y las susten ta. Pero el hecho de la creación lleva también consigo otras conse­ cuencias para el pen sam iento filosófico. Vam os a anotar algunas de ellas.

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