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G A B R IE L DE SO T IE L L O 327 de la sensibilidad, h an sido m irados siempre por las filosofías llam adas espiritualistas con cierto desdén. Y en ascética ese desdén m ás de una vez se convirtió en aborrecim iento. En cambio, el pensam iento hebreo es portador de un optim ismo que tiene por fundam en to el h echo de la creación de la nada, que hace de Dios el origen único de los seres. La actitud frente a lo s en ­ sible y corporal define un sistema, filosófico lo m ismo que define una sabiduría y hasta una m ística. Si Ja mu ltiplicad de los seres resulta de una caída en la materia, la salvación consistirá en un esfuerzo constan te por libertarse de esa prisión. El hombre en este mundo viviría enajenado. Por el contrario en una m eta física como la que se refleja en el pensam iento hebreo, donde los seres proceden tota lm en te de Dios, la salvación consistirá en acrecentar ese valor positivo que el Creador h a puesto en nosotros como una sem illa para que crezca h a sta la perfección. La novedad maravillosa de los seres es lo que h a expre­ sado G arcía N ieto en aquellos versos esencialmente cristiano s: Tú me arrojaste — ¿desde dónde?— y yo caí entre los milagros. La caída en el pensam iento hebreo no es fruto de una en som a - tosis, sino de una decisión libre de la voluntad. Y es la voluntad, e l e s ­ píritu, lo que hay que enderezar de nuevo h ac ia Dios. Pero ese pensam iento hebreo no se lim ita, en e l campo de la an tro­ pología, a valorar al hombre total, cuerpo y a lm a, sino que nos ofrece precisiones que concuerdan sorprendentemente con lo que nos dice hoy día la m ás reciente antropología. El hombre no es solamente, n i principalmente, el con jun to de acciones y om isiones que forman la tram a de su vida. Eso no es m ás que la superficie del lago. Los griegos en este punto nos parecen seres prim itivos, aun los m ismos trágicos, si es que en tendem os correctamente lo que ellos dicen de la libertad del hombre y de su responsabilidad. El pecado para ellos era sencillam ente un error. No es seguro que los griegos hayan tenido la noción de pecado, o al m enos éste aparece entre ellos con un signo de ambigüedad. Los crímenes son a un tiempo crímenes y cumpli­ m ien to inexorable de una incomprensiva fa talidad . De Edipo, el pecador más célebre de la tragedia griega, nos dice Eurípides que es más desdichado que pecador. En los textos bíblicos se encuen tra una psicología de la libertad original, de ese fondo del hombre del cual bro ta su ser moral. Hay en el fondo del espíritu hum ano una verdad, en relación con la cual se sitúa el hombre ya en sentido afirm ativo o negativo. El hombre

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