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326 A P U N T E S DE F IL O S O F IA B IB L IC A un teorema de e sa ciencia. Realizarse como ser particular es, pues, una ena jenación y una caída. Toda esta doctrina tiene su origen en P latón , el cual h acía m uy poca estim a de los singulares. Y pasa a Aristóteles, para el cual la individualidad se explica por caracteres negativos, a pesar de que dio im a m ayor importancia al singular. Pero es sabido que a través de toda su m eta física corre un desasosiego que reflej a sus dos tendencias laten tes : la que le ven ía del magisterio de P latón y la de una mayor importancia concedida a los seres sin ­ gulares. Dentro del pensam iento cristiano bastaría recordar el cam ino que va desde Santo Tom ás hasta Guillermo de Ockam en el problema de la individualización de los seres materiales. En el pensam iento hebreo los seres particu lares son creados por ellos m ismos, y su mu ltiplicidad no representa una ena jenación , sino una conquista, una verdadera novedad con carácter positivo onto lò ­ gico. «Toda la concepción hebraica del mundo se opone pro funda ­ mente a la idea de «cuerpo» en cuan to su stancia distin ta del a lm a ». Es obvio que con ello no se pretende poner en duda la su stan cia - lidad del a lm a hum ana . Pero nosotros sólo llegamos a ella por un cam ino analítico. Lo que se nos muestra como realidad patente es la estructura hum ana, la cual no puede reducirse a la sum a de sus componentes. Si el problema de la unión del alm a con el cuerpo es un pseudoproblema, porque n o hay problema de unión cuando se trata de una realidad que es «una», como lo es el hombre, de igual modo es quizá un pseudoproblema el que tan to hizo pensar a los esco­ lásticos acerca del principio de individuación de las sustancias m a ­ teriales. Hay posiblemente en ellos una doble exigencia que no siempre supieron conciliar : la del pensam iento bíblico, con su marcado acento sobre lo individual, y la m eta física griega, la platón ica, que tan to lastre dejó aun en aquellos que se profesaban fervorosos Aristotélicos. Con ello nos adentramos en el cam ino que conducirá a l persona­ lismo cristiano, que atribuye tal importancia m e ta física a cada h om ­ bre, a cada acontecim iento : en una palabra, a la historia. No es una casualidad que en nuestros días hayan adquirido relieve a la par el terna de la persona y el tema de la historia. Lo singu lar deja con ello de ser algo que se rebela contra la inteligencia para convertirse en realidad inteligible. Con este problema se encuen tra íntim am en te ligado otro de orden axiológico. El del valor de lo singular. Para el p laton ism o y otras filosofías más o menos afines, lo valioso reside en lo universal. Y esta tesis no se lim ita a ser ten ida como válida en un orden lógico de conceptos ; esta tesis llega h a sta el m ismo orden político. Lo singular, que lo era gracias a su inserción en la materia, llevaba siempre ese lastre del cual hab ía que trabajar por evadirse. El cuerpo, el mundo

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