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CARLOS DE VILLAPADIERNA 151 ciencia, nadie puede dormirse sobre los laureles conseguidos. Tampoco las conferencias de la tarde satisficieron el interés que habían des­ pertado, pues se limitaron a vulgarizar temas de todos los asistentes suficientemente conocidos. Creo sinceramente que sigue siendo un mal de estos congresos el que haya tantas divisiones y subdivisiones, privando al congresista de la oportunidad de asistir a cuantos temas le interesan. Sería preferible que se tuviesen cuatro conferencias ge­ nerales cada d ía ; las comunicaciones, debidamente agrupadas por materias, serían expuestas y resumidas por un moderador, resaltando la originalidad de cada una de ellas. Con el método seguido hasta ahora resulta que conferenciantes muy competentes con exposiciones muy doctas se ven precisados a hablar poco menos que a los bancos. Menos mal que esto se subsana en gran parte mediante la publi­ cación íntegra de todas las conferencias y comunicaciones. En otro aspecto, ¿no hubiese sido más equitativo, en las conferencias de la tarde, conceder a cada lengua especialmente representada en el Con­ greso, una conferencia, al menos? Pues nos hemos sorprendido los españoles al ver que, a pesar de la representación tan numerosa, no se le concedió a la lengua española oportunidad de ser oída en las sesiones de tarde. Y conste que profesores sensatos y prudentes, fran ­ ceses, italianos y de otras lenguas, comentaron el hecho con desagrado y se extrañaron de tal medida. C a r l o s d e V i l l a p a d i e r n a , O. F. M. Cap. León.

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