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1 0 6 SILUETA SICOLITERARIA DE MANUEL MACHADO O en aquella su leve qu in tilla: «Gran palabra: navegar, dejar la playa segura, irse, correr, olvidar la ridicula aventura que me ha traído hasta el mar». Pero afortunadam ente Manuel Machado no siempre fue así, ni sólo fue así. Si se sen tía de la raza mora, se sen tía también, como ella, conquistador y aventurero y sobre todo amigo del sol, es decir: de la luz, de la belleza, de la alegría, de la bondad. Hermano de alma de aquel otro gran amigo del «Hermano Sol», del «m ín im o y dulce Francisco de Asís», en expresión de otro gran poeta de su tiempo. Ese sol árabe andaluz le ha dotado de exuberante fan tasía, y las n o ­ ches claras de Sevilla inundadas de besos de luna, en las que la G i­ ralda se abre como un nardo en aspiración de estrellas, le han hecho soñar y decir: «Tengo el alma de nardo del árabe español». A lm a de n ardo ; en ecuación sicológica = alma ingenua. Y aquí te ­ nemos un elemento precioso, también , «imprescindible», según Goethe, en todo el que aspire al rango de artista. «En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos». A lm a herm ana de la tarde, de la amable tarde, toda intim idad y nos­ talg ia — qu izá por su melancolía— <que convida al retiro y a la m ed i­ tación, a pensar en el m á s a llá cuando el m ás acá se nos despide. Así es Machado, todo intim idad, todo nostalgia hum ana, aún en sus versos m ás volantines. Y a lm a «sin contornos». Aquí la sencillez, la sinceridad, el esquematismo síquico, la desnudez paradisíaca de alma, en donde por carecer de todo h asta «su rosa» «es una flor, que no tiene aroma, ni forma, ni color...». Hipérbole de modestia se llam a esta figura, sólo que ese aroma, esa form a y ese color no fueron todo lo que corespondía a «su rosa» por el ambiente en que se abrió. Quizás también esa modestia le llevó a un error de apreciación, lo que no tiene nada de extraño en un poeta. El mismo Machado dijo a este respecto con harto m ás acierto: «Nosotros nos conocemos mal