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MODESTO DE SANZOLES 1 3 3 de su vida, una regeneración magnífica y total, plena también, don­ de se hizo vida y aliento de su alma lo que hasta entonces no había pasado, quizás, de un hondo anhelo, reflejo — acaso—- de un recuerdo maternal. En esos años •—coincidentes con el renacer del sentido y sentimiento religiosos de su Patria, después de terrible convulsión político-social, afloró magnífica, exuberante y firme a la superficie de su alma y de su pluma aquella religiosidad que hasta entonces, por motivos que sólo Dios y el poeta podrán saber a ciencia cierta, había permanecido oculta en reconditeces soterrabas. La cálida emoción religiosa que respiran los últimos poemas de su producción, es, cre­ emos — y tenemos motivos, repetimos, para creerlo— sincera, porque era h ija de una convicción hondamente sentida y fervientemente acariciada. Su paladina confesión, estampada valientemente al frente de sus «Poemas religiosos», nos releva de otras citas y comprobacio­ nes. «Una de las características, dice, de la España que se está for­ jando, es la exaltación del sentimiento religioso. No sólo como oposi­ ción de un universalismo espiritual a otro universalismo materialista, de un universalismo del Bien contra un universalismo del Mal, sino —más en lo hondo de las conciencias— como una revancha de la caridad contra la crueldad, del amor contra el odio, y, sobre todo, de la inmortalidad contra la muerte. El poeta que vibra con su tiempo y se estremece en la algidez suprema de estos momentos decisivos en la vida de España, encuentra en el fondo de su corazón la inex­ hausta vena de su piedad cristiana» M. Por eso, por poeta y español, la encontró el autor de Horas de Oro. Y es que ese sentimiento, tan vivamente renacido en él y en su pos­ trera producción poética, no es al fin y al cabo más que la expresión cumbre de su sinceridad íntima y el remate más digno del gran poeta y del gran español que encerraba este nombre: Manuel, y este apellido, incorporado ya para siempre a las páginas más brillantes de nuestra Historia Literaria: Machado. Como remate estos versos suyos, que parecen escritos para servir de escabel al monumento imperecedero de su gloria literaria: «D ichoso es el que olvida el porqué del viaje, y en la estrella , en la flor, en el cela je, deja su alma prendida». M o d e st o de S a n z o l e s , O. F. M . Cap. El Pardo, 19 de enero de 1962. 150 a n iv e r s a r io d e la m u e r te d e M. M a ch ado . 23. M a n u e l M a ch a d o , o. c., p. 417.

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