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MODESTO DE SANZOLES 1 2 9 al será fico artista ha despertado... «La campanada blanca de ma itines » en los que la profusión de aes nos sugiere la sensación de una albura cándida —-como el alma de Fra Angélico— y de una alegría abierta, como el campaneo ondulante bajo el claro mirar de las estrellas, arrancado de un humilde campanario conventual para ir a posarse sobre el sueño seráfico de un artista que en un éxtasis blanco va a pintar la blancura de la Virgen y la candidez del Angel. No menos nos sugiere la sensación de plasticidad la colocación de los acentos, pues al recaer todos sobre la a y la i nos hacen evocar la reiteración campaneril — dan -din— movida y alegre. Estas sugerencias o evoca­ ciones llegan a veces hasta lo inverosímil, como este verso «la pobre, y mala, y triste, y torpe vida»... en el que hay una especie de onomatopeya de orden síquico. O también éstos: «Ausen te la palabra de la boca, y de los ojos el mirar au sen te»... en los que la ausencia total de sinalefas y la movilidad alucinante de todas las sílabas parece que quieren sugerirnos todas las ausen­ cias faciales y síquicas de una reina esquizofrénica. Igual podríamos haber escogido los versos de algún «capricho» y hubiéramos visto reflejarse en los vocablos los trazos anarquizantes de los de Goya. Otras veces, quizás, nos regalaría la sensación de una puesta de sol a la acuarela, con algún desgarrón de nubes a lo Sorolla: «El campo y el crepúsculo. Una hoguera cuyo humo len tam en te al cielo sube. En la pálida esfera no hay una sola nube. La tristeza infin ita eflu y e de la humilde hierba del suelo. Invita a llorar el rumor de la arboleda... Se va el día y se queda la tristeza in fin ita». Y junto a la copla popular de «La Lola», estos otros versos con aire de epopeya: «Capitana otra vez, Madre divina Capitana otra vez en la campaña. y

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