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MODESTO DE SANZOLES 1 1 9 «en mi alma — hermana de la tarde — no hay contornos » ... «de este modesto — ensueño consuetudinario»... «la Caridad — la Caridad — la Caridad»... 13. Podemos aún apuntar otro rasgo diferenciador entre el a le jan ­ drino anterior y el m odern ista: la diversidad de pie básico en su res­ pectivo ritmo. Si los observamos detenidamente en este aspecto, v e­ remos que en el primero de ellos el pie básico es generalmnte el y am ­ bo, y que por tan to en su con jun to resulta una unidad de ritmo bi­ nario. En el segundo, empero, el pie básico suele ser el anapesto, re­ su ltando el con junto de ritmo terciario, si bien lo más común suele ser la alternancia de ambos ritmos en un con junto poemático. Un ejem p lo paradigm ático de ritmo anapéstico sostenido a todo lo largo de un poema es la célebre «Sonatina» de Rubén D arío : «La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa ? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color». Pero Manuel Machado, mucho m enos rítmico y musical que el N i­ caragüense, tom ó del maestro la ruptura con el ritmo un iformem ente binario, m as no se cuidó de sustituirlo sistemáticamente por otro. Así mezcla diversos ritmos y aunque en el segundo hemistiquio pueda apreciarse una sostenida inclinación hacia el anapesto, n o es, con todo, absolutamente constante. Aparte de esos dos ritm os señalados, yámbico y anapéstico, podemos descubrir en los alejandrinos de M a ­ nuel Machado otros ritmos de indudable belleza musical, como el anayám b ico: «soy de la raza mora v ieja amiga del sol», o el crético: «un reloj que no sé dónde está da la u n a » ; pero no creemos que h u ­ biera voluntariedad m étrica consciente en estos dos últimos usos, sino sencillam ente la libertad de apartarse del ritmo yámbico y acogerse al que a un oído un poco exigente no le resultase arrítmico, sin cu i­ darse, poco n i mucho, de modelos clásicos, quizás h asta desconocidos. Otro rasgo diferenciador del ritmo manuelm achad iano es la liber­ tad m uy pronunciada en el uso de la sinalefa. Tradicionalmente en lo poética castellana se produce la sina lefa casi sin excepción, a lo 18. Para mi usa personal sostengo la teoria de que la pausa verbal que exige todo verso español de más de ocho sílabas no siempre coincide con la cesura, o mejor, división hemistiquial. Me parece muy problemático que nuestra lengua ad­ mita, en cuanto a temporalidad al menos, esas cesuras que dividirían sílabas de una misma palabra. Con todo, puede verse la explicación contraria que da Dámaso Alonso, en la obra que vengo citando, p. 61) y ss.

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