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MELCHOR DE POBLADURA 9 7 cuyas consecuencias ahora se lloraban. Los turcos ocuparon rápida­ mente todo el imperio sin respetar la fe del pueblo y sin tener en cuenta la diversidad de ritos. En su a fán de dominio y destrucción hallaron eficaces colaboradores en los antiunionistas. Al embate de xa media luna se desarticuló la vida cristiana y la jerarquía y la unión proclam ada en Florencia perdió su sign ificado. Los griegos tocaban con las m anos las trágicas consecuencias de haber preferido el tur­ bante del su ltán a la tia ra del papa. El occidente cristiano, en cuyas venas ya n o latía el ímpetu generoso de los cruzados, asistió cons­ ternado y en silencio al derrumbam iento del imperio oriental. En los oídos de los papas resonaba la terrible amenaza del sultán B a ja zst (1481-1502), que alentaba a sus feroces tropas con la promesa de dar de comer a sus caballos sobre la tumba de San Pedro. La gravedad del peligro aconsejaba orientar todos los esfuerzos hacia la defensa del occidente cristiano. El cisma con tinúa... CONCLUSION A buen seguro que la desoladora perspectiva del cuadro toscamente dibujado ha producido en el a lm a una sensación desagradable, sa tu ­ rada de desaliento y melancolía, capaz de cortar las alas al optim ismo y al entusiasmo. Me parece recoger el eco de una serie angustiosa de preguntas, que tenéis a flor de labios para lanzarme como un desa fío: El rotundo y repetido fracaso de las malogradas interven ­ ciones conciliares, ¿no es una prueba palm aria y evidente de la inso­ lubilidad del problema de la unión de las iglesias? ¿No han sido inútiles, si no perjudiciales, tan tas ten tativas, nobles y generosas, realizadas para restablecer la unidad en m a la hora rota por ei cisma? Aquellos preclaros varones, tan doctos y experimentados, ¿no per­ seguían una quimera? ¿No será una utopía el poderoso y esperanzador m ovim ien to un ionista de nuestros días? Los interrogativos se abalanzan y entrecruzan en la mente como las olas encrespadas de un m ar agitado. Ensayar ahora una res­ puesta exhaustiva, me obligaría a salir de las demarcaciones h istó ­ ricas en que me han con finado. Pero soslayarla del todo, sería una retirada vergonzante, después de haber recordado tan tas batallas. Los beneméritos adalides de la unión han conquistado legítimos títulos a la adm iración y a la gratitud universal, y nos han legado ejem p los y lecciones dignas de todo encomio. a) Por de pronto lograron conducir al redil del único Pastor un buen número de ovejas descarriadas y ponerlas en la vereda segura

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