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MELCHOR DE POBLADURA 9 5 siglos recuerdan la gloriosa efem érides: Laetentur caeli et exultet térra. Alégrense los cielos y salte de gozo la tierra (Ps. 95, 11). Apéndice. Otras iglesias separadas. F irmado el decreto de unión, los griegos solo pensaron en preparar las maletas y regresar a oriente. Sin embargo, el concilio no había term inado su cometido y continuó los esfuerzos por dilatar los hori­ zontes de la unidad, incorporando, además de la griega, otras iglesias orientales h a sta entonces separadas de Roma. El 22 de noviembre de aquel m ismo año 1439 se promu lgó el de­ creto Exultate Deo, que rubricaba la unión de la iglesia separada armena (F ilioque-dos naturalezas-sacram entos). El 4 de febrero de 1442 otra perla oriental iba a embellecer la corona de la San ta S e d e : el decreto Cantate Domino, sancionaba la unión con los coptos de Egipto y con los jacob itas de Abisinia (herejías cristológicas). Por razones de econom ía y de prestigio, Eugenio IV trasladó el concilio a Roma, en abril de 1443. ¡La cuarta sede de esta asamblea itineran te! Las pocas noticias ciertas de la actividad de este último período se refieren al tem a de la unión. Se trataba de pequeñas co­ munidades cristianas que o por espíritu de im itación, o por temor a los turcos, solicitaron unirse con Roma. A fines de aquel año (1443) se som etía la iglesia de Bosn ia (paulicianos y bogom ilas). Al año si­ guiente (1444) se incorporaron los monofisitas y monotelitas de M eso - potaimia y Siria. U ltimo anillo de la cadena de reconquistas esp i­ rituales fue la unión de los caldeos y maronitas, sancionada por la bula Benedictas (17 agosto 1445). Nótese el júbilo que se trasparen ta en las iniciales de los decretos unionistas. El concilio, que tan to dio que hablar y que monopolizó la vida de la Iglesia durante tres lustros, se disolvió sin n inguna man ifestación externa de júbilo y alegría por los triun fos logrados. Tan silenciosa­ men te desaparece del campo de la historia, que ni siquiera se ha podido averiguar cuándo y cómo se clausuró. Desenlace. Si la unión acordada en el concilio lugdunense fue como la flor de una m añ an a que se a ja a los primeros rayos del sol, la estipulada en Ferrara-F lorencia no llegó a ser el fruto sazonado de una estación. Bastaron 13 años para reducirla a la nada. Menos de los que se habían necesitado para prepararla y firmarla. ¿Cómo explicar este segundo fracaso? ¿Cuáles fueron las causas que se opusieron a los generosos

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