PS_NyG_1962v009n001p0071_0098

9 4 DOS INTERVENCIONES CONCILIARES MALOGRADAS constantinopolitano, libres y autónomos en el ejercicio de sus poderes. Con habilidad y tino se les hizo observar que no se trataba de una autoridad civil y política, sino de una jurisdicción espiritual de las almas. Y para convencerlos y halagarlos, se les trajo a cuento con segura eficacia la teoría medieval de los dos lum inares: el sol (el papa) y la luna (el emperador) y de las dos espadas, símbolo de los dos supremos poderes que de consuno deben trabajar por el bien común de todos los ciudadanos, súbditos de entram bas autoridades. Hubo resistencias -—en cierto modo legítimas, teniendo en cuenta la secular tradición conservada con innegable celo— ; pero la interven ­ ción de Bessarión e Isidoro de K iev fue decisiva. Se redactó una fórmu la que no hería las susceptibilidades griegas, imperiales y eclesiásticas, pero afirm aba con claridad el d ogm a : La Iglesia fue fundada por Cristo como una monarquía, cuyos poderes supremos residen en su V icario; pero la Iglesia de Roma, en su ejer­ cicio, de n inguna manera pretende desconocer o anular los privilegios de las otras iglesias: Successor Petri habet immediae potestatem su - perioris in omites, sed íta habet ut cum ordine haec omnla fiant. F inalmente se hab ía en trado en el suspirado puerto. Se podía echar el ancla y trazar los planes de la futura navegación por un m a r que se preveía lleno de escollos y agitado por violentas tempestades. En otros términos, fa ltaba la fase conclusiva: poner por escrito les re­ sultados logrados en año y medio de continuas discusiones y con tro ­ versias. Y a fe que la redacción de este documento fue una tarea harto difícil y laboriosa, si bien .se encomendó a dos técnicos tan expertos como Bessarión y Traversari. No hay exageración en afirmar que se dio tan ta importancia a la forma como al contenido. Se limaron una y varias veces las expresiones, tem iendo (y n o era un temor infundado) sustituciones y adiciones de pa labras; se controlaban los pun tos y las comas, cuya posición podía alterar el sentido o dejar la puerta abierta a sutiles y subjetivas interpretaciones que pusieran en en tre­ dicho las conclusiones. Eugenio IV puso su sello de plomo al texto latino firm ado por 115 conciliares; y lo m ismo hizo el emperador con el griego firmado por 33 representantes, los legos no firmaban. El 6 de ju lio se leyó en entrambas lenguas durante el pontifical ce­ lebrado en la ca ted ra l; y term inada su lectura, Bessarión y Cesarini, entre la emoción de la mu ltitud que abarrotaba el templo, se dieron el ósculo de paz. Acto seguido el emperador, al fren te de su comitiva, se acercó al trono del papa, dobló su rodilla y le besó la mano. Así quedaba proclamado y sancionado el decreto de unión o la Definitio sanctae oecumenicae synodi Florpntinae. Las primeras palabras de la bula de proclamación son m ensajeras del júbilo que embargó al orbe cristiano y que inunda el corazón de quienes a la distancia de cinco

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz