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9 2 DOS INTERVENCIONES CONCILIARES MALOGRADAS des y generalidades del todo inaceptable para los latinos. En ella se descubría la mano oculta de Marcos con tra Bessarion e Isidoro de K iev que se batían como leones a favor de la doctrina de los latinos. A pesar de la pluralidad de cam inos, n o se hallaba la vía que condujera a la suspirada m eta. El 1 de jun io Eugenio IV h izo al em perador algunas promesas, que cumpliría después de firm ada la u n ió n : 1) pagaría todos los gastos de la com itiva im peria l; 2) correría por su cuenta el man ten im ien to de una guarnición de 300 soldados y dos galeras en C on stan tinop la ; 3) la proyectada cruzada para el rescate de Jerusalén pasaría por B izancio; 4) en caso de necesidad enviaría 20 galeras grandes por seis meses, o 10 por un añ o ; 5) si necesitaba ayuda m ilitar extran jera, solicitaría de los príncipes occidentales el envío de tropas. Las promesas, como se ve, no eran muy espirituales, nobles y ele vada s; pero sí lo su ficientem en te eficaces para quienes todo lo m e dían con el rasero de la utilidad personal y de los intereses políticos y económicos. De hecho, hicieron m ella en toda la comitiva. Se do blegó la obstinación de los recalcitran tes y todos — excepto el irre ductible Marcos— suscribieron una fórmu la perentoria, que elim inaba la mayor dificultad y abría la puerta a la un ión : «Consentimos vobis et quod additum sacro symbolo recitatis a sanctis desumptum e st; et approbamus illud et vobiscum un imur; dicimusque Spiritum S an c - tum ex Patre et Filio procedere tanquam ab uno principio et causa». Era el 8 de junio de 1439. Habían transcurrido 385 años desde que Miguel Cerulario, enarbolando la enseña anti-F ilioque había desencadenado la guerra religiosa y dividido la Iglesia. F inalmente se daba un paso — que se creía defin itivo y no lo fue— hacia la unidad de las iglesias y la abolición del cisma. Paréntesis dolorosos. Los unionistas, aprovechando la coyuntura favorable, hubieran podido acelerar la marcha, resolver las cuestiones pendientes (cier tam en te de menor cu an tía : purgatorio, pan ácimo, primado) y ru bricar defin itivamente la unión. Pero una noticia fatal impuso un compás de espera, complicando de nuevo la situación. Dos días más tarde (10 junio) fallecía el patriarca constantinopolitano José (1416- 1439) y con él desaparecía una de las columnas del concilio. D u rante su prolongado gobierno (1416-1439) se había desvelado, había sufrido y orado por la unión. Cuando los achaques de la vejez y de la enfermedad amenazaban impedirle el viaje, rogó a sus íntimos que, si no hab ía otro medio, lo llevaran en brazos. En Ferrara y Florencia por su virtud, doctrina y ejemplaridad fue siempre un elemento m o
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