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MELCHOR DE POBLADURA 91 dom inante, comenzó a moverse entre bastidores acusando a los un io n istas de haber capitulado ante los latinos, pisoteando las más sa gradas e intangibles tradiciones de la iglesia griega. Con su habilidad maniobrera logró que muchos se pusieran de su parte para vindicar aquella primera afren ta a la dignidad nacional, amenazando de re tirarse todos del concilio. Por una y otra parte se dieron la batalla con las armas de la erudición,y todos hicieron gala de sil especialidad exegética de crítica textual, escriturística y patrística. Con el fin de salir del laberinto en que se internaban día tras día, perdiendo el contacto con el misterioso h ilo de Ariadna, una delega ción griega pidió a Eugenio IV que indicara los medios más eficaces para llegar a la unión tan tem ida por algunos y tan deseada por los más. El Papa los concretó en pocos apartados: 1) que digan sin rodeos si están o no de acuerdo con la doctrina de los la tinos; 2) si n o lo están , que demuestren con pruebas apodícticas que es fa lsa ; 3) si no aceptan ni lo uno n i lo otro, se reunirán todos en una asamblea p le - naria, obligándose con juram ento a aceptar el parecer de la m ayoría de los griegos. El plan era conciso y estaba bien estructurado, y pol lo m ismo produjo enorme perplejidad en las filas griegas. Con su acostumbrada indecisión y habilidad dieron una respuesta evasiva a los dos primeros puntos y rechazaron de plano el tercero como una no vedad nunca v ista en la praxis oriental. Fracasada e sta iniciativa pontificia, las negociaciones pasaron de nuevo a las comisiones presididas por el Papa y el emperador. El 13 de abril Bessarión pronunció el csléberrimo Discurso dogmático, bri llante y emocionada apología de la u n ión ; demostró la identidad sus tancial de la doctrina griega y latina sobre la procesión del Espíritu Santo y term inó con una patética exhortación a los connacionales para unirse con los latinos y asegurar la salvación del cuerpo (el imperio) y el alma. A idéntica conclusión llegó el seglar Jorge S ch o - larios, analizando en tres sucesivas conferencias el estado político del oriente que reclamaba la concordia de las fuerzas cristianas. A l oír estas brillantes y persuasivas exposiciones, el batallador arzobispo Marcos, sin entregar las armas, exclamó consternado: «El latinismo nos invade y penetra por todas partes». De hecho las filas de los unionistas se engrosaban a ojos vistas. Las negociaciones abandonaron el campo doctrinal, que se había revelado erizado de espinas y tropiezos, y tomaron un cariz fran ca m en te diplomático y político. Los latinos cedían hasta los lím ites ex tremos de la ortodoxia. Más n o se les podía pedir. Para no herir las susceptibilidades griegas formularon una profesión de fe (1 mayo), en la que se explicaba la unidad de principio y el alcance dogmático del Filioque. Fue rechazada y se le contrapuso otra llena de vagueda
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