PS_NyG_1962v009n001p0071_0098

MELCHOR DE POBLADURA 8 9 solapado ora franco y abierto de los orientales subyugados por el pres­ tigio y autoridad del abanderado de ios opositores, Marcos Eugenio. Durante todo el año no se abordó n inguno de los tem as fundam en ­ tales (procesión del Espíritu Santo, primado del Papa, estado de las alm as después de la muerte, pan ácimo o fermentado) y se perdió el tiempo agitando cuestiones «bizantinas», es decir, insign ificantes y sin n inguna trascendencia en orden a la finalidad del concilio. Superada — después de mucho forcejeo— la cuestión prelim inar de la precedencia y del protocolo, se suspendieron las sesiones hasta la llegada de los príncipes occidentales, cuya presencia exigía term i­ nan tem ente el emperador por sus miras políticas. Mas para emplear de alguna m anera el tiempo, se puso sobre el tapete la cuestión del purgatorio, cuestión m arginal y de lim itada importancia y que no se resolvió porque ni los m ismos griegos estaban de acuerdo y cautelosa­ m ente ocu ltaban sus creencias a los latinos para entorpecer la marcha de la discusión. Por fin, cansados y aburridos de tan ta menudencia, el 8 de octubre se cambió el tem a ; pero en vez de seleccionar alguna de las cuestiones básicas una vez más se quedaron en la super­ ficie. Lo importante era ganar tiempo en espera de acontecim ientos que de una m anera u otra interrumpieran las conversaciones. Contra el parecer de Bessarión triun fó el criterio de Marcos Eugenio y se abordó conciliarmente esta tesis: ¿Es lícito añadir alguna palabra al símbolo apostólico? La respuesta negativa comprometía el éxito de la unión. A nadie se le ocultaba el ardid y la emboscada. Aunque nadie la hab ía pronunciado, todos sabían que no se trataba de una palabra cualquiera, insign ificante o hipotética, sino del Filioque, p a ­ labra cargada de sign ificado y consecuencias, lema de luchas secula­ res y bandera de rebeldías. Este fue el único argumen to que ocupó a los conciliares durante 15 sesiones, y la disputa se suspendió n o porque los litigantes hubieran agotado la materia, sino porque las circunstancias externas les obli­ garon a cambiar la sede del concilio. Entre el cansancio, el aburri­ m ien to y el desencanto (que era el fin pretendido por Marcos y sus secuaces), el 8 de diciembre de 1438, al levantar la sesión el presi­ dente, podía haber escrito en la pizarra de la sa la capitular un solo signo evocador y expresivo: negativo, que equivalía a un año perdido para los Intereses de la unión. Traslado a Florencia. Nuevo clima. Al malestar causado por las interm inab les e in e fi­ caces disputas se añadieron a fines de 1438 otras dificultades. La peste devastaba la ciudad de Ferrara y sus alrededores. El erario pon

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz