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MELCHOR DE POBLADURA 8 5 mo que la separaba de la latina. Reiteradas veces los Papas y em ­ peradores entablaron el diálogo en busca de la solución defin itiva del angustioso problema del cisma, y otras tan tas lo interrumpieron. En la imposibilidad de reconstruir, siquiera sumariamen te, todos estos diálogos, estudiaremos uno solo, el más importante y trascendental, que hizo concebir las más halagüeñas esperanzas. Se desarrolló en el X V I I" concilo ecuménico de Ferrara-F lorencia con el prólogo de Basilea y la conclusión de Roma. Es un diálogo interesante y variado. Puede considerarse como un prism a multicolor que re fle ja en sus caras todas las facetas principa­ les. En la prim era descubrimos el marco cronológico: 1431-1445; en la segunda, la extensión geográfica con el desfile de ciudades tan importantes como B asilea -B o lon ia -F erra ra -F lo ren cia -R om a ; en la tercera, como en visión caleidoscópica, ss nos presentan papas y em­ peradores, cardenales y obispos, teólogos y juristas, es la faceta bio­ gráfica ; por último, en la doctrinal, pasamos a través de las penas del purgatorio, contemplamos la procesión del Espíritu Santo y las es­ pecies sacramen tales y rendimos pleitesía al Romano Pontífice. Mas para no perecer deslumbrados por tantos colores y abruma­ dos por tan ta s cuestiones, es necesario proceder con orden. Clima favorable. A principios del siglo x v flotaba en el ambiente un espíritu muy favorable a la unión de las iglesias. Aunque por motivos diferentes, y a veces contrastantes, la deseaban los orientales y los occidentales. ¿Cuáles son los coeficientes de esta atmósfera, precursora de resolu­ ciones defin itivas? a) El peligro turco. Hacia tiempo que la media luna se cernía amenazadora, como espada de Damocles, sobre la cúpula de Santa Sofía. Los turcos se abatían sobre el imperio «como una fiebre crónica que debilitaba sus fuerzas» (Demetrio Cydones). Y aunque muchos griegos hubieran preferido el turbante del su ltán a la tiara del papa, la realidad se imponía con su fuerza implacable. El único medio e fi­ caz de romper el asedio era la alianza con el papado, la cual im p li­ caba la unión de las iglesias, si el acuerdo debía ser armónico, dura­ dero y fecundo. A los papas no se les ocultaban los móviles esencial­ m en te políticos del acercam iento so licitado ; pero asimismo estaban convencidos de que m ientras Constantinopla estuviera en pie, sería más fácil detener el paso arrollador de las huestes musu lmanas y asegurar el porvenir y la paz de la Iglesia ante tam año peligro, que

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