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MELCHOR DE POBLADURA 8 3 a las fronteras por los ejércitos occidentales empeñados en restaurar el reino latino constantinopoli cano. El Paleólogo tem ió ser sumergido por aquellas olas alborotadas y se propuso ahogar en sangre la resistencia de los antiunionistas, aplicándoles despiadadamente las penas de los traidores de lesa p a tria : destierros, encarcelam ientos, con fiscación de bienes, muertes violentas. Con este sistem a de terror obtuvo un triun fo efímero, pero contribuyó a separar m ás que a unir, a odiar más que a amar. Después de seis años de esfuerzos titánicos, murió como valiente al frente de su ejército en una expedición guerre ra con tra los enem igos en Tesalia. ¡Nadie reconoció el mérito de 20 años de laudables esfuerzos un ion istas! Murió anatematizado por las dos iglesias que hab ía pretendido unir, privado por entrambas de la sepultura eclesiástica. Con él desaparecieron los últimos jirones de la bandera de la unión. Su h fjo y heredero Andrónico cap itu ló sin con diciones y ya no se habló del asunto. Mejor dicho alguien continuó hab lando y escribiendo desde la obscuridad y el silencio de una m az m o rra : el campeón y ejem p lar patriarca Beccos, depuesto y en ca r celado en 1282, fallecido en 1297, después de haber firmado su testa m en to espiritual con estas conmovedoras palabras: «Juan, por la misericordia de Dios hum ilde arzobispo de Constantinopla, condenado al destierro y a cadena perpetua por defender la verdad del dogma de los padres: la procesión del Espíritu San to del Padre y del H ijo». Estas palabras fueron los últimos ecos de la efím era unión procla m ada con tan to júbilo en Lyon. c) Método equivocado. Cabe preguntar, ¿sin la postura intransi gente de los Papas y sin las violencias del basileus hubiera sido una realidad permanente la unión de las dos iglesias? Pero ¿quién podrá dar una respuesta categórica a este interrogativo? Formulamos sólo una hipótesis. El momento escogido fue inoportuno y el método de sacertado. Luego, es muy probable que, aun prescindiendo de los m o tivos apuntados, la unión no se hubiera realizado. Aunque parezca paradójico, aquella unión se proclamó demasiado pronto y demasiado tarde. Y no es un juego de palabras. Demasiado ta rd e : dos siglos de cisma hab ían acumulalo tan tas hostilidades recíprocas entre griegos y latinos por razones políticas y religiosas, que no bastaba la firma puesta al final de un documento para hacerlas olvidar y poder decir «borrón y cuenta nueva». Demasiado p ron to : perduraban aun los re sen tim ien tos dolorosos a que antes aludía. Fa ltaba el clima apto para imp lan tar y desarrollar provechosamente la unión. Las almas, sobre quienes en definitiva, recaía la unión, no se guían a ciegas como un rebaño. L a mentalidad y el modo de pensar de millones de ciuda danos no dependía de una firma imperial, aunque la escribiera una
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