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8 2 DOS INTERVENCIONES CONCILIARES MALOGRADAS de la edad media y que pudo ser uno de los puntos cu lm inan tes de la historia de la Iglesia. Sí, cayó el telón, pero desgraciadamente si dra ma continuó, primero entre bastidores y luego en el teatro del gran mundo. El apuntador había pregonado la unión de las dos iglesias, pero los personajes que la hab ían preparado no supieron o no pudie ron realizarla. El triun fo inicial se convirtió en un doloroso fracaso. A los ocho años de aquella memorable fecha no hab ía en todo el orien te ni siquiera una diócesis un ida a Roma. Entre las razones que pue den explicar este hecho a primera vista desconcertante, nos atreve mos a indicar las siguientes. a) La actitud de los Papas. A los sucesores del beato Gregorio X les fa ltó el tacto, el equilibrio y la comprensión que hab ían caracteri zado la actividad un ion ista de éste. No se percataron de que las h eri das abiertas por un cisma dos veces secular necesitaban m á s du l zura que severidad para cicatrizar. Apelaron al rigor, que el derecho les concedía, y provocaron lam en tables disgustos, descontentos y cho ques violentos. Llevados sin duda por buen celo no concedieron tre gua a los adversarios; ni dieron la debida importancia a sus trad i ciones rituales, obligándoles a introducir en el símbolo la odiada fórmu la Filioque. Esta conducta poco pertinente, calificada de am b i ciosa por los orientales, contribuyó notablemente a unir todas las fuerzas de la oposición, acaudilladas por el alto clero y por los m on jes, respetados y queridos por el pueblo como defensores de las más puras tradiciones. Y para lograr su inten to pusieron en juego todos los medios de resistencia y obstrucionismo, desde los más solapados, como la m entira y el enredo, hasta los m ás violentos y descarados, como el ataque revolucionario, la amenaza iconoclasta, el comp lot p a laciego. «Toda nuestra generación — exclamaba el patriarca Beccos, uno de los pocos defensores de la fórmu la lionesa— hombres y m u jeres, viejos y jóvsnes, ha hecho de esta paz una guerra, de esta unión una separación». La m ism a rapidez con que se sucedieron los Papas — seis en ocho años— fue un obstáculo para el establecim iento defi n itivo de la unión. b) La política imperial. Miguel Paleólogo fue sin género de duda uno de los artífices de la unión. L a había proyectado y favorecido como sostén del trono que se tambaleaba y al aplicarla como sa lva guardia del imperio tropezó con un fren te irresistible del que fo rm a ban parts los obispos, el clero, los m on jes y algunos m agna tes de la corte y los sínodos. Los Papas no le daban tregua, acusándolo de in sinceridad, pues no veían los efectos de la unión proclam ada en San ta So fía el 25 de febrero de 1275. Con temporáneamente se veía acosado
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