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MELCHOR DE POBLADURA 81 el punto final a dos siglos de dolorosas divisiones entre hermanos y elevaba al nivel dogmático una profesión de fe que proyectaba nueva luz hacia las sombras que entenebrecían las inteligencias y dividían los corazones. ¿Cuál era su contenido? Ante todo conviene subrayar que el sím ­ bolo era una síntesis doctrinal, modelo de equilibrio y ponderación, características muy marcadas del genio romano. Sin soslayar n inguna de las cuestiones debatidas, enuncia con claridad la problemática doctrinal y disciplinar que hab ía separado las dos iglesias. En la ex ­ posición no aparecen visos o reflejos de po lém ica ; las verdades se deslizan suavemente como la corriente de una fuente cristalina. La argumentación se desarrolla gradualmente, sin sorpresas ni cambios bruscos, como las notas de una sin fon ía pastoral. An te todo, el preludio, o sea la teología trin itaria con la nítida a fir ­ mación de la divinidad de las tres divinas personas y de la procesión de la tercera de las dos primeras, ex patre filioque tanquam ex uno principio. En tonada la doxología trinitaria, sigue un breve recuento de las propiedades y actitudes soteriológicas del Verbo encarnado. Por lo que se refiere a la teología sacramentaría, se adm ite el n ú ­ mero septenario de los sacramentos, se rechaza el rebautismo, se a firm a la celebración del sacrificio con pan ácimo sin aludir siquiera a la costumbre griega del pan fermentado. Particular relieve reviste la teología fundamen tal, adm itiendo las cuatro notas de la verdadera Iglesia y proclamando el primado absoluto y universal del Romano Pontífice, cuya naturaleza y amplitud se especifica y delim ita con exactitud, incluyendo, según algunos historiadores el dogma, la pre­ rrogativa de la infalibilidad pontificia, Y como colofón o final se enuncian algunas verdades de la teología escatológica, como la exis­ tencia del purgatorio, la resurrección de la carne y el juicio final. He aquí un esquema de verdades sustanciales, que adm itido s in ­ ceramente, podía soldar cualquiera división de principio. En él se tocan todos los puntos fundam en tales con gran delicadeza. Parece entreverse el temor de aumentar el dolor de la herida con algún to ­ que indiscreto o inoportuno. Además, contiene las líneas m aestras del ún ico itinerario por el que el oriente y el occidente podían continuar juntos en pos de Aquel que era el cam ino, la verdad y la vida y que hab ía rogado al Padre que todos los hombres fueran una cosa con El. ¿Sería una realidad? Epílogo. Cuando las ú ltimas notas del Te Deum se perdieron en las bóvedas de la catedral, cayó el telón sobre una de las escenas más simbólicas 6

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