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FELICIANO DE VENTOSA 6 9 Esto tal vez parezca nonada al gran historiador de la vida política de los pueblos; sin embargo, es algo decisivo para la historia del mundo. ¿Qué más decisivo en esta h istoria que la presencia de Dios? «Si Dios no existe, todo está perm itido», dice uno de los terribles per­ sonajes de las creaciones de Dostoiewskij. La verdad de este dicho la podemos testificar cuantos hemos visto los hornos crematorios de un campo de concentración. Pues b ien ; el san to de Asís es testimonio de la presencia de Cristo en la h istoria y testimonio igualmente de la presencia de Dios. «Contra el impío ateo, escribe de nuevo R. S chn e i- der, Francisco no formu la censuras ni reproches. Su propia vida es la m á s formidable objección. Igual que lo es la vida de Cristo. F ran ­ cisco comprendió que el poder del cristiano en la h istoria consiste en su propia conducta. Porque donde Cristo vive en un hombre, allí Cristo no puede ser negado » 31. Esta imposibilidad de que Cristo sea negado y Dios puesto en duda donde vive el santo, constituye el tre­ mendo poder histórico de la santidad. S. Francisco tuvo sdn duda y de modo extraordinario este inconmensurable poder. Nuestro genial poeta franciscanista, Eduardo Marquina, sintió bellamente este m ensaje de presencia de Jesús que trae Francisco, cuando le hace decir estos versos dirigidos a sus frailes: «Sois hermanos de todos; no os dé miedo, que siempre hermanos vuestros acudirán abrir. Entrad en todas pa rte s: donde el rico, a pedir, y donde el podre, a dar. El tiempo que paséis huéspedes de los hombres, sea de tan ta unción lo dicho y lo callado, que, al partir, no os pregunten vuestros nombres, pero se d ig a n : «CRISTO CON NOSOTROS HA ESTADO» K. Este m ensaje cristífero Francisco lo puso en m archa. La bondad de Jesús, que es bondad de Dios, fue huella en la carne de Francisco. Los hombres que sienten, h a sta en sus desvarios, ansias de Dios, lo han vito cerca al ver venir a su encuentro al Pobrecillo de Asís. F ran ­ cisco es un reflejo de Dios. Al llegar aquí, volvamos la vista atrás para mirar el largo cam ino que hemos andado en busca del por qué último de la fuerza histórica de la santidad de Francisco. Resum iendo cuan to llevamos dicho, bien pudiéramos sintetizar este poder histórico en un m ensaje de pre- 31. Idem, p. 122. 32. Eduardo Marquina, Obran Completan, t. VI, p. 840.

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