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VALENTIN DE SOTO 2 2 7 El impacto más grave que sacude hoy la teología del pecado, p ro ­ viene sobre todo del cam p o de la p sicología que, en nombre de sus más recientes y profundas conquistas, ha pretendido socavar el fu n ­ damento mismo del pecado. El choque entre psicólogos y moralistas, sobre todo a partir de Freud, ha sido más que violento. Durante al­ gún tiempo las posiciones respectivas de cada bando se han endure­ cido, quizás más de parte de los moralistas, sin hacer esfuerzo algu­ no p o r la mutua com pren sión ; siendo así que sólo de un mutuo acer­ cam ien to e intento sincero de comprensión podrían beneficiarse unos y otros. De h ech o muchos datos de los psicólogos sobre el com porta ­ m iento humano y su sign ificación podemos y debemos asimilarlos dentro de nuestras concepciones éticas, sin ceder en nuestros p rin ­ cipios fundam entales; antes bien ganando mucho en dinam ismo y actualidad las conclusiones de nuestras viejas morales. De dos frentes principales provienen los ataques de algunos p si­ cólogos moralistas, empeñados en m inar el concepto cristiano del p e ­ cado, de la idea de libertad y del análisis de la culpabilidad. Libertad y responsabilidad Si podemos hablar sin eufem ismos de los asaltos de la psicología con tra la moral, el primer asalto proviene del análisis existencial de la libertad. Se trata de socavar la base fundam ental de la responsa­ bilidad, negando la libertad. Es una ob jección que a primera vista im ­ presiona. La moderna psicología adopta una actitud de simple aná­ lisis reflexivo, tomando com o pun to de partida los datos de la obser­ vación clínica. En pu ro contraste con la mera especu lación abstracta y racionalista trata de elaborar una antropología verdaderamente rea ­ lista y concreta. El resultado ha sido la defensa a u ltranza de un determ inismo p sicológ ico; mentalidad que, desbordando el ámbito de las clases ha penetrado c o n harta frecuencia en el m undo del cine y la novela. Bastaría un examen somero de las novelas y películas de la posguerra, para convencerse del determ inismo que teje la trama de nuestras expansiones literarias y artísticas. Nuestros antepasados voluntaristas con ced ían a la voluntad un poder y dom in io pleno en el hombre, casi sin fronteras, con tal de que el hombre se propusiera de veras consegu ir algo. Esta mentalidad voluntarista ha quedado hoy totalmente desplazada. Lejos de ese op ­ tim ismo exaltado, parece resultar que la vida de cada uno viene en parte determ inada p or un con jun to de imponderables, d ifíciles de d is­ cernir. Muchas veces el hombre no obra, es movido a obrar. Los es­ tudios de los últimos decenios h an puesto de man ifiesto múltiples

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