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224 SENTIDODEL PECADOENUNAMORAL SIN DIOS del mundo. Esto no se realiza sin consecuencias en su mentalidad. Ya se h a d icho que el campesino cree naturalmente en Dios, y el h om ­ bre de la ciudad en el hombre. El hombre se ensorbece de su poder, de su capacidad de acción , al ver cóm o surgen imponentes las ciu ­ dades obra suya, y com o progresan sus máquinas. De aquí a creer que sólo él es necesario, prescindiendo de Dios, sólo hay un paso. Y ese paso se ha dado conscien te e inconscientem ente. Es asi com o el mundo se descristianiza y lo que el hombre encuentra ahora no son ya ves­ tigios de Dios, sino a sí mismo. Ya no necesita de Dios. La historia natural se convierte en h istoria humana. Es ahora el hombre, pose­ sionado de su poderío, quien todo lo invade, perdida casi en absoluto la capacidad de adm iración para todo lo que n o sean sus propias obras y conquistas. Y en sus manos toma el destino del mundo. «A decir verdad Dios es ya un falso Dios. La naturaleza que El gobierna ya no es algo dado, es una entidad creada p or el hom b re; el fenóm eno no desemboca más sobre el numeno. El hombre hab ita un mundo de apariencias, una prisión profana , en el que nada le habla de Dios. En cuan to a la naturaleza real ya n o es considerada com o un len ­ gua je; se presenta com o la materia que se transforma» ’ . En ambiente tan prop icio y trabajado n o extrañará que la falta de fe constituya h oy un fenóm eno social, en cuan to el ateísmo ha de­ ja d o de ser algo aislado, para extenderse a las mismas masas. El fe ­ nóm eno de la incredulidad ha dejado de ser algo así com o un mundo aparte, para entrar dentro de las corrientes que ponen en marcha el mundo de los hechos y de las ideas. Otra característica del ateísmo actual es su actitud ética ante la vida. Hasta ahora ser ateo o incrédu lo equivalía en el lenguaje c o ­ rriente a ser libertino y licencioso. Hoy día muchas veces se d iferen ­ cian bien po co las condu ctas del creyente y del que no c r e e ; fe n ó ­ m eno que se presta a una seria reflexión por parte del primero. Y es que la moderna incredu lidad admite y adopta una actitud p ro ­ fundamente ética ante los hombres y ante las ca sa s ; no le interesan los santos, pe ro si los hombres honrados. En la mentalidad ateista al mundo se le considera absurdo, pero no al hombre. Es más, el hombre y sólo él h a de aceptar la p lena res­ ponsabilidad en la lucha con tra los males que le aquejan ; en la si­ tuación dramática en que se encuentra, de cara a todas las d ificu lta ­ des, es él, en unión y solidaridad con los demás hombres, quien tiene que tratar de en con trar una solución a la problemática humana. Desde 1. M. M. Co ttier, O. P., L'Athésime moderne. Breve esquisse historique : NovVet. 53 (1960) 50.

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