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240 SENTIDODEL PECADOENUNAMORAL SIN DIOS todo en relación con la ley exterior. Todo el afán del casuista consiste en deslindar las barreras del pecado, antes que señalar el cam ino estre cho y d ifícil que nos lleve hasta Dios. D ifícilm ente una con cepción así negativa de la moral despierta, y menos estimulada, las aspiraciones al bien, a la nobleza, a las grandes empresas del espíritu, latentes en el fond o del alma humana. Por otra parte la contem plación en ferm iza de sus d eficien cias y el consiguiente desaliento al n o ser capaz de conqu istar p or sus propias fuerzas la auténtica pureza interior, puede suscitar fácilm en te en el hombre una especie de odio a la vida. Hesnard no duda en afirmar que es este odio a la vida una característica «que h a h e ch o profunda mella en el hombre moderno» 2‘. Como resultado inm ediato el mundo y la vida se ven siempre b a jo el espectro de la proh ibición , b a jo el temor del pecado o condenación . Cuarquier con fesor puede ser testigo de cóm o muchas almas viven b a jo la obsesión de un Dios policía, que les persigue con sus exigencias; en vez de con fiarse al Padre del evan gelio, que abre sus brazos en la espera del retorno. No hay pues por qué condenar un sentido optim ista de la vida. Junto al mal que hemos puesto los hombres en las cosas y en los h e chos, hay muchas cosas buenas y lícitos placeres, que Dios h a queri do para nosotros. El cristiano debe estar en disposición abierta a to dos los valores de la vida, aceptándolos corno venidos de la m ano p ro vidente del Señor. Son frecuentes entre gentes sencillas frases com o éstas: «Es demasiado herm oso para que pueda suceder», «Era d e masiado feliz, n o pod ía seguir m u cho tiempo así». En el fondo son e fecto de una mentalidad negativa, que cree que Dios nos envía las alegrías sólo a cuen ta -gotas, constituyendo el su frim ien to y la n e gación la trama ordinaria de la vida. «De este m odo ba jo la amenaza de un presunto destino, que ellos consideran com o un presentim iento de maldición , ciertos hombres no saborean jamás íntegramente los bienes de la vida. No se consideran con autorización para gozar de las lícitas alegrías, sobre todo de las alegrías naturales y sanas, siendo así que es el ún ico medio de renunciar sinceramente a las alegrías malsanas y falaces» !5. d ) Aceptación de sí mismo. Aceptarnos a nosotros mismos tales com o somos, con mezcla de ángel y de bestia es, finalmente, otra de las ideas más dignas de aplauso, en la obra de Hesnard. No existe pecado alguno en el m ero sentir la rebelión de nuestros instintos, en experi mentar ciertas malas sugestiones maquinadas por el demonio, o más 24. H esnard , loe. cit., 40. 25. Loe. cit., 24.
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