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VALENTIN DE SOTO 239 ra refugiarse en la con tem p lación morbosa de sí mismos. E fectiva ­ mente, al replegarse c o n exceso sobre sí mismos, se corre el peligro de que uno centre su responsabilidad más sobre el hacer, y, llevado de un afán desmedido de pureza interior, se olvide de obrar. La v a ­ loración de la acción es pues otra conquista digna de tenerse en cuenta. Ni siquiera desde el pun to de vista educativo hay porque «des­ valorizar éticamente el pensam iento, para revalorizar éticamente la acción» 21. Pero sin quitar lo uno n o se debe descuidar lo otro. En ú l­ tima instancia lo in terno debe estar abocado a la actividad externa, a la expansión en la obra. Uno conoce ya bastante la paralización e inactividad espiritual que aqueja a algunas personas excesivamente introvertidas, dom inadas por la angustia y el escrúpulo. Uno es tam ­ bién conocedor de la pusilanim idad de cierta clase de con tem p la ­ tivos, incapaces, a la hora de la verdad, de lanzarse a la acción. «Pa­ ra que la moral cristiana llegue a ser concretam ente cristiana ; para que n o sea eternamente d iferida en una sociedad humana inicua y vieja, es necesario que n o una más la fe a la inef¡cien cia de la an ­ gustia narcisista de la cu lpa ... Es necesario que el cristiano llegue a adm itir que hay para él un acercam iento a D ios... Ser cristiano n o es sólo meditar sobre su pureza, es hacer el bien. Y aquí es donde el cristiano se encon traría de nuevo con sus hermanos en la hum a ­ nidad» - . c ) Moral positiva. «La moral del p ecado es, de una manera ge­ neral, la que prescribe al hombre, com o primera obligación , evitar la transgresión de la ley divina. Cuando en e l decurso de los siglos la «moral corriente» sustituye esta transgresión de la ley divina por la transgresión d e la ley ética, secularizando la n oción de pecado, c o n ­ serva el carácter esencial de exigencia normativa, a sab e r: su ca rá c­ ter nega tivo: no hacer lo que es cu lpab le; lo cual es completamente d iferente de la prescripción fundam ental de la m oral p ositiva : hacer el bien » a. El tema n o es nuevo, pero merece ser destacado, cuando la adver­ tencia proviene de un hombre completam ente a jeno a nuestras p reo ­ cupaciones morales. Es un h e ch o esta marcada insistencia en lo n e ­ gativo de nuestros manuales de moral, que son más bien morales del pecado, en vez de morales de la perfección . En la casuística, por e jem ­ plo, se echa bien de m enos el espíritu evangélico em inentemente p o ­ sitivo, entregada a un m ín im o ético que enseña a ca lcu la r fríamente 21. G illeman , loe. Cit., 260. 22. H esnard , loe. cit., 157. 23. H esnard , loe. cit., 147.

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