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VALENTIN DE SOTO 233 ética religiosa-cristiana, es un reivindicador de la verdadera m o ral evangélica, mal interpretada, y falseada, según él, conscien te o inconscientem ente, por ciertas tendencias jud ío-cristianas. «La in terioridad del pecado, dice en cierta ocasión, estaba ya en germen en la doctrina moral llamada jud ío-cristiana . Latente en la angustia del terror sagrado de Israel, debía sobrevivir a los primeros siglos cris tianos, en que fue neutralizada p or la ternura de Cristo. Una ética grandiosa na ce en ton ces; la de la caridad... Esta m oral hubiera p o dido vivir y desarrollarse en las acciones humanas, libre de la in tolerancia religiosa y adoptada p or una cultura racional. Por des gracia, y com o resultado de una colosal y tem ible desviación de la prescripción fundam ental de la caridad , iba a ser rápidamente aho gada p or el retorno a la angustia de la culpa, a la falsa moral des humanizada del pecado interior» 9. El hombre, según Hesnard, vive b a jo la sombra constante de la culpa, m u ch o más que ba jo el signo del poder o la sensualidad; «el fiel no es el que am a; sin o el que se siente am enazado; ni se llama ya creyente, sino pecador» 10. Aún moviéndose en la d irección psicoana lista de Freud, por lo que toca a la culpabilidad, Hesnard tiene pun tos de vista propios, que le llevan a especiales consecuencias. Quizás Freud, debido en parte a su m ecan icism o psicológico, n o supo valorar y sacar todo el partido posible a su con cepción de la moralidad. Hes nard, en cambio, parte del fundam ento de que el hombre es ante todo un ser ético, de form a que el juego psicoanalista de las pulsiones ins tintivas y colisiones de esas pulsiones lo en foca siempre desde el pun to de vista ético y moral. Después de estudiar la p sicología de la angustia y fa lsa cu lpabili dad de las neurosis, Hesnard quiere hacernos ver que, en la práctica de la moral ordinaria llamada p or él mitomoral, se descubren unas mismas características. La conclusión es que la moral ordinaria, como el enfermo, se mueve dentro de un m ismo universo mórbido. En ambos casos el hombre se defiende y lucha con tra una mala con cien cia irreal, que le causa un falso sentim iento de culpabilidad. En última instan cia esta falsa con cien cia n o tiene otro origen que el pecado, en ten d ido en sen tido del autor com o «mal interior al individuo» n. «Por lo que concierne al pecado, el carácter man ifiestamente «tabuista» que h a revestido en todo tiempo, conservando y aumentando si cabe aún más el hacerse pecado interior, pecado p or el mero pensam iento, r e 9. Loe. cit., 72 . 10. Loe. cit., 24. 11. Loe. cit., 3. 4
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