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188 LA CONFIRMACION, SACRAMENTO DEL ESPIRITU Con el fin de explicar en todo su alcance este «plenitud» que el Espíritu concede a los bautizados, vamos a encuadrar la teología de la con firm a ción dentro de la teología del Espíritu Santo, y de su a c ción en la E conom ía de la salvación. Así, la pred icación de la c o n fir mación al pueblo cristiano, puede ser excelente ocasión para hacerle llegar a ponerse en con tacto con el m isterio total del Espíritu Santo y de su acción en la Iglesia y en ios fieles. 1. El Espíritu Santo expresa la ’’plenitud” de la vida divina trinitaria. La existencia de tres personas en Dios, es la expresión de la p len i tud in fin ita con que Dios posee la vida. La vida divina está en el Padre en su realización in fin ita y com o en su Fuente. El Padre, im pulsado p or una in fin ita Caridad y Amor com un ica tivo dona al H ijo toda su vida y el Padre y el H ijo al Espíritu Santo. Todo el ser de las divinas personas consiste en esta donación que unas personas h a cen a otras de todo lo que tienen. En esta com un icación de vida lo gran la perfección in fin ita de su ser y de su felicidad. Para los fieles cristianos el rostro del Padre es más fam iliar. El es la «fuente y el com ienzo de la Divinidad». De El arranca la p ri m era in iciativa para la obra de la creación, de la redención y de la elección divina a la vida cristiana. Toda com un icación de vida, lo mismo en el seno de la Trinidad que en la creación arranca del Padre y h a cia El ha de retornar. Todo vuelve al Padre p or el Verbo, por quien todo brotó de el Padre. El Padre es el fin de todas las cosas (I Cor. 15, 28; Apoc. 1, 4). El Padre tiene la vida en sí m ismo (Jn. 5, 26) y desde allí se difunde a todos. El es el primer Amor, El es Cari dad (I Jn. 4, 7 ss.). Sobre tod o El es el Padre de nuestro Señor Je- cristo. La segunda persona nos es aún más fam iliar a los cristianos. Ella es al imagen del Padre, su Verbo, la refu lgencia de su gloria y el es p lendor de sus sustancia (Hb. 1, 3; Col. 1, 15). Pero sobre todo es el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1, 14); a quien hem os visto y oído, a quien nuestros o jo s han contem plado y tocado nuestras manos (I Jn. 1, 1). El Espíritu Santo acompaña siempre al Padre y al H ijo, pero p e r manece continuam ente envuelto en una sombra misteriosa. Podría mos decir que la tercera persona se nos pone de m an ifiesto la m is- teriosidad del Ser divino. Sin embargo, en todas las man ifestaciones de la H istoria de salvación aparece el Espíritu com o expresión de la plenitud divina.
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