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ALEJANDRODE VILLALMONTE 201 sus íines específicos nos la da con perfección . La con firm a ción no viene a añadirse al bautismo com o una cosa perfecta a otra que fu e ­ ra im p e rfe cta : es una «plenitud» que entra en relación con otra rea­ lidad completa y acabada en su género. La con firm ación acrecienta la vida del bautismo y nos la hace poseer de una forma nueva-, con madurez. Podemos aplicar aquí, analógicamente, todas las propiedades que hemos señalado en la madurez de la vida natural. Así, por la c o n fir ­ m ación la actitud básica del bautizado de «receptor» de la vida sobre­ natural se cambia en la de donador o com un icador a otros de esa m is­ ma vida. Como el n iño, el bautizado vive más preferentem ente «para sí». Por eso, dice Santo Tomás que, al recibir el hombre la adultez es­ piritual en la con firm a ción , «com ienza ya a influir en otros con su a cción ; m ientras que antes —c on solo el Bautismo—<en cierto modo com o que vive más hacia sí m ismo» 15. En el bautismo, dice más ade­ lante, hablando del ca rá cter: se le da al bautizado potestad para obrar aquello que pertenece a la propia salvación (a desarrollar la vida espiritual dentro de sí mismo y hacia sí m ismo, sin referencia explícita al bien espiritual de otros); pero en la con firm a ción se le da poder para poner acciones que tienen resonancia social, com o es —sobre todo— el defender la fe con tra los impugnadores (Ibid, art. 5). Así pues, com o el hombre que pasa de la niñez a la madurez, el bautizado con la con firm a ción logra la p rop ia responsabilidad, in te­ rioridad y personalidad : «El sacramento de la con firm a ción con tri­ buye, p or su parte, eficazm ente al logro de la personalidad viril y a la mayoría de edad de los seglares —de todos los bautizados— dán ­ doles una firmeza y co ra je divinos, con que podrán con trarrestar esa actitud de ir tirando por el carro de la existencia llenos de desgana, que caracteriza a tantos hombres de nuestro tiempo M. Ten iendo en cuenta que cada sacramento nos asemeja a Cristo en una forma peculiar, podemos decir, con Santo Tomás, que los c o n ­ firmados son hechos con form es a Cristo en su soberana perfección de Verbo encarnado, en cuanto estaba lleno de gracia y de verdad se ­ gún frase de San Juan. Es decir, que la p e rfección -p len itud espiri­ tual de Cristo en cuan to estaba en inm ediata disposición para comu­ nicarse a otros por su acción mesiánica, se participa en el cristiano por la con firmación 17. 15. «homo autem, cum ad perfectam aetatem pervenerit, incipit iam commu- nicare actiones suas ad alios; antea vero quasi singulariter sibi ipsi vivit». Ibid., resp. 16. V. Schotr, La predicación cristiana en el siglo xx. Trad. españ. de A. Hortelano, Madrid, 1956, p. 154. 17. Summa, I I I , q. 72, art. 1, 4m.

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