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ALEJANDRODE VILLALMONTE 199 na, hay que recordar el paralelismo que existe entre la vida natural y la vida sobrenatural que nos confieren los sacramentos. Den tro de este paralelismo o analogía, el bautismo es el sacramento que nos c o n fiere el nacim ien to a la nueva v id a : sacram ento de la «regeneración» espiritual. La con firm a ción infunde y dota al bautizado de la «m a durez» sobrenatural, en cuanto está ligada a un sacram ento y es con ferida por vía sacram ental-litúrgica-eclesial. Vamos a desarrollar y aplicar brevemente esta analogía que puede ayudarnos a com pren der un p oco el m isterio que en nosotros realiza la con firm ación . El fenómeno de la madurez en la vida humana integral está re vestido de unas características del todo especiales. La niñez, com pa rada con la edad adulta, se distingue, ante todo, por su ca rá cter to talmente receptivo: El n iñ o recibe de sus padres la vida corporal, el alimento, la educación primera, los rasgos fisiológicos y sicológicos de la fam ilia en cuyo seno y ba jo cuya p rotección desarrolla su vida f í sica y espiritual. También está el n iño sometido a las multiples in fluencias y está en actitud fundam ental de «recipiente» en relación con la sociedad, con la nación y la ra za ; con el clima, el ambiente, la h istoria y la cultura del medio en que vive. En la medida en que los rasgos de la in fan cia desaparecen y entra el hombre en la edad adulta, la actitud básica de ser «receptor» y de vivir para increm entar su propia vida se transforma en la actitud básica de «comun icación» de su prop ia vida y en la tendencia a m an i festar la plenitud de su vitalidad por la in fluen cia en otros seres. No tamos, además, que la madurez es un fenóm eno vital que a fecta a todo el hombre, en su realidad integral, com o ser compuesto de a l ma y cuerpo en mutua relación dinám ica o interacción . E incluso al individuo no sólo en sí mismo sino en cuanto es m iembro de una s o ciedad. Todo el hombre en su vida orgánica, en su vida aním ica, en su vida social, en todo lo que llamamos su «personalidad» (en su sentido más amplio) es afectado y transform ado por el fenóm eno de la madurez. Fijándose, ante todo, en las consecuencias de la «madurez» del al ma, apreciamos en ella estas ca ra cterísticas: En la madurez llega el hombre a la prop ia interioridad, responsabilidad y logro de la perso nalidad. Y esto tan to en la posesión de su prop ia vida personal, como también, y en form a sobresaliente, en la vida de relación, vida social. Durante la in fan cia e l hombre aprende de todo, pero en form a pasiva y pudiéramos d ecir algo anárquica ya que en él las energías, sensaciones, ideas, experiencias se le incorporan por agregación ex terna, más que p or determ inación y selección buscada. Pero cuando llega a la «madurez» se despierta la personalidad, la prop ia responsa bilidad. La adultez n o es una nueva adquisición que pueda agregar-
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