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M IG U E L DE PE SQ U E RA 153 que ese párrafo sea un disparate continuado desde el principio hasta el fin. La econom ía es de pasmosa complejidad, y a través de ella sólo se puede andar con pies de plomo y prudencia extraordinaria. M . I. Sr. D. A n g e l Berna, Concepto de propiedad. He aquí un problema de actualidad. Y de envergadura. Práctica mente la espinosa cuestión social, con toda su problemática, gira en torno a la propiedad. Pero, ¿sabemos qué es propiedad?, ¿qué hay de derecho natural en la propiedad?, ¿en qué se diferencian el dere cho natural de propiedad del régimen de propiedad, en el que hemos vivido trad iciona lm en te?... Preguntas difíciles, preguntas angustio sas y aventuradas. Don Angel Berna, partiendo de la historia, y con una serenidad y precisión realmente admirables, se esforzó por hacer luz sobre el tema. Sus ideas fundam en tales las apunto a continuación. Ante todo procede partir de la elasticidad del concepto de pro piedad. Pues si es verdad que la propiedad da una facu ltad sobre la cosa, también lo es que esa facu ltad es bastante indeterm inada y que viene concretada por m il circunstancias económ ico-sociales. Teniendo en cuenta ésto habrá que fijarse más en la causa final de la propie- dada, — como lo hace Pío X I I insistiendo en la «función social» de la propiedad— . En las formas económicas prim itivas se reconoce el derecho a la propiedad no sólo a las comunidades, — de cualquier forma que estas sean— , sino también a los individuos; ese derecho, además, se res petó como cosa sagrada. Dentro del mundo griego P latón habló de la propiedad; también Aristóteles. Los dos grandes griegos se con tra dijeron sobre esta cuestión, — Platón apuntó hacia la propiedad co lectiva; Aristóteles sostuvo la propiedad individual— . ¿Y los cristianos? Nosotros, los que pensamos en cristiano, no siem pre hemos opinado lo m ismo sobre este tema. Conviene tenerlo en cuenta. Lo que el cristianismo pensó sobre la propiedad, hasta los tiempos de San to Tomás, está bastante oscuro. Y sería interesante saberlo. Sobre todo el pensam iento de los Santos Padres, — n o estudiado aún— , sería revelador. Una idea, por ejemplo, fundamen tal que rige al razonar de los doce primeros siglos del cristianismo es e sta : hay «estado de inocencia», y hay «estado de naturaleza ca íd a »; la reve lación nos lo dice. Pues bien, la propiedad es lícita porque vivimos en estado de naturaleza ca ída; para evitar la pereza, las riñas, etc., hay que admitirla. Pero en el «estado de inocencia» la propiedad no ten ía razón de ser, y aún en el estado actual se pueden crear tales condiciones económicas que la hagan inútil. Santo Tomás, una vez más, parece que también en este punto vio
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