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140 SIGNIFICADO DEL ”Y0” cediendo la identificación aún exclusiva en el «lenguaje al uso», en ­ tre yo y persona, sólo podría deducirse la inoportunidad del empleo del yo para designar algo que no sea la persona. Y , trasladados al otro extremo, supuesta en el a lm a hum ana una expresión conciencial de sí m isma, todavía cabe preguntarse si podrá ser llam ada esta realidad sicológica yo . No van a ser estas páginas un estudio formal de la cuestión, sino una simple respuesta a ciertas objeciones de G a lo t en su artículo La psychologie du Christ 3. El P, G a lo t propugna resueltamente la perfecta identidad yo = persona: «El ”yo ” m ira a la persona como tal, y no a la simple n a ­ turaleza» (art. cit., p. 347). Advertimos que n o repara en la cuestión primera sobre la exis­ tencia, en el alma de Cristo, de una conscientia sui; y sólo atiende al significado del yo-expresión oral. La naturaleza asunta, ¿se e x ­ presa a sí m isma en su conciencia? Una respuesta afirm ativa obli­ garía a adm itir en el alm a de Cristo una expresión conciencial de sí m ism a ; lo que Galtier llam a «yo sicológico h um a n o » : el principio formal de los actos (la naturaleza hum ana ), en cuanto reflejado por la conciencia. Mas para deducir la existencia de un yo humano en Cristo, «se­ ría necesario — según G alot— que este ”yo” hum ano no designara sino a la naturaleza hum ana , y de n inguna manera a la persona. Y habrá alguien — pregunta— que interrogado por su ”yo ” consciente, vacile en responder que este ”yo ” es su propia persona? ¿A quién se le ocurrirá suponer que este ”yo” es simplemente su naturaleza humana, que se encuentra sem ejan te en otros? Al contrario, cada uno considera este ”y o ” como exclusivamente propio, aquéllo por lo que se diferencia de los demás» (pp. 346-347). Perm ítasenos una advertencia. El que cada uno considere su yo como exclusivamente propio, no nos remite necesariamente a la per­ so n a ; una naturaleza concreta es también d iferente de las demás. Por otra parte, bien pudiera llamarse yo a la naturaleza, aunque el tér­ m ino designe también a la persona. Queda, pues, in tacta la cues­ tión : ¿puede también identificarse el yo con la naturaleza? Galot concluye el párrafo anterior: «El «yo» m ira, pues, a la per­ sona como tal, y no a la simple na tu ra le za : la identificación del ”yo” con la naturaleza no responde a la experiencia primera». Conclu­ sión ésta que, además de in fundada como hemos visto, nos parece falsa. He aquí nuestra postura: 3. J. G a lo t, S. I., La psychologie du Christ, en NouvRevTh, 80 (1958) 337-358.

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