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1 1 8 D IO S , E L HOMBRE Y LA G R A C IA La tarea del cuerpo al servicio de Dios queda expresada en una parábola simple. Kazan tzakis se desenvuelve con una seguridad p a s­ mosa lo m ism o en las trágicas evocaciones del demonio que en la lírica letan ía del campo. Un día, al alba, salen fr. Francisco y fr. León al campo. Francisco intuye el valor de la hora prima, de madrugada, cuando despierta el hombre del sueño reparador. No le detiene el escenario paisajístico. El vientecillo helado que ba ja de la montaña. El típico frío de cuando amanece. El cielo nuboso. Los olivos plateados. Pero recoge con h u ­ m ildad y gratitud la lección de unos bueyes arando la tie rra : — ‘«También el alm a despierta cada m añana— dijo F ran ­ cisco volviéndose hacia mí. Unce sus cinco bueyes y se pone a trabajar y a sembrar. — ¿A sembrar qué? — — ¡E l reino de los cielos! O el in fie rn o ...— respondió F ran ­ cisco inclinándose para recoger una margarita amarilla al bor­ de del cam in o ...». El cuerpo descansa y despierta. Es obligado el descanso después de la ambiciosa tarea de sembrar eternidad. Que el a lm a sepa so­ portar el peso de la eternidad ya asombra. Pero el hombre no llegará jam ás a comprender el valor del cuerpo sino a esta luz cristiana del franciscan ism o : el cuerpo unce sus sentidos — bueyes en el universo, trigal de Dios— para sembrar y cosechar espigas de eternidad. FRANC ISCO EN SU CONDICION CARNAL Todo este análisis ha sido obligado para dar la semblanza física, varias veces insinuada y siempre idealizada por Kazantzakis. Ahora ya tienen sentido las descripciones sustantivas del novelista. La ca r ­ ne se ha transmutado. El cuerpo pierde su anatom ía clínica y se con ­ vierte en laborioso buey que traba ja con el quíntuple arado de los sentidos. El trabajo es ley de vida terrena y, ante todo, ley de virtud. Los frailes han de trabajar con honradez, expulsando de sí todo án i­ mo de codicia. Y , si en algún m om en to hay litigios entre labor y d e­ voción, con riesgo de que el trabajo pierda su finalidad de disciplina y ascesis, el fraile debe precaverse con razonables cautelas. Y a he dicho que Kazan tzakis es explorador de sentim ientos. Lo somático es susceptible de una elevación a base de largas ejercít a - ciones espirituales. Como probación de su tesis, Niko realza el cuadro de Francisco con visiones superpuestas. De modo que olvida el lee -

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