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1 1 4 D IO S, EL HOMBRE Y LA G R A C IA tar su charla de motivo en motivo, sin más lógica que el valor em o­ cional de sus recuerdos. Y term ina diciendo: «Tal era el pobre Francisco; al menos así lo veía yo. Por­ que, ¿habrá manera de saber quién era en realidad? ¿Lo sabia acaso él m ismo? El drama franciscano que p in ta con rigurosos atisbos sicológicos Kazantzakis se basa en una posibilidad acuciante. Es posible que Francisco no llegue a encontrarse a sí m ;smo. Por eso el problema franciscano no se apoya en una ascesis de­ term inada, aunque sea positiva, optimista y providencial. No es si­ quiera la visión nueva del cosmos como presencia lírica de un valor estético incalculable. Ni el m ism o dogma de la Paternidad divina que se derrama undosam en te sobre todos los seres. No. El problema fran ­ ciscano radica en el amor concreto, hondo, comprometido de F ran ­ cisco a Jesús, el Señor. De suyo es un problema teologal. Pero en las fronteras del tiempo y de una personalidad concreta— el hombre Francisco— todo se explica como una búsqueda ardorosa, genial por su estructura, existencial por sus implicaciones. Los incidentes de esta búsqueda denotan la complejidad del tem a y la honradez pro­ fesional de Kazantzakis. El novelista griego ha evitado la línea fácil de la biografía a u ltranza, llena de m ilagrerías y brillos de vidriera. Nos da un Francisco m ás humano, m ás posible, m ás accesible. Quizá porque vio a Dios a través de la gran misericordia que obró con su siervo. El boceto biográfico de Kazan tzakis — a jeno a fechas, descripcio­ nes superfluas y anecdotario— nos da cabal concepto del ser fra n ­ ciscano. Porque «El pobre de Asís» rebasa con mucho los lim ites de una personalidad histórica, aunque por esta vez sea tan perfecta como la del Serafín. Los rasgos individuantes de Francisco de Asís quieren ser siempre representativos, universales, ejemplares. Esta es la explicación de un hecho que, a primera intención, oscurece la obra de K azan tzak is: la mezcla de datos físicos y espirituales dentro del m ism o plano. No se sabe a ciencia cierta de qué hab la el novelista, porque n o da hechos objetivos, sino estampas policromas de los acon ­ tecim ientos y de las personas. Si queremos dar una imagen física de San Francisco, ha de ser siguiendo el movido estilo del novelista que se separa de la claridad y de la lógica, porque persigue a la vez el vuelo del rostro y del sen ­ tim ien to que lo transfigura. Kazan tzakis resalta, a través de su m onografía, la «inquietud» de Francisco en esa bifurcación de caminos encontrados que es la «con

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