PS_NyG_1961v008n001p0111_0137

JO S E C A L A S A N Z DE LA ALDEA 137 — «Eres in fin itam ente sensato, hermano León — m e respon­ dió— . Todo io que dices es m ás sensato de lo necesario. ¿Nunca te decidirás a ’’sa lta r” ? ¿Siempre cam inarás? — ¿A saltar, qué? — A sa lta r sobre tu propia cabeza, en el vacio ... — No, no he podido saltar hasta ahora y nunca podré hacerlo. El único ’’sa lto” que pude dar, consistió en seguir a Francisco. No soy capaz de m ás». Después del salto, ya no queda más cobijo y térm ino que Dios. Los problemas humanos se solucionan por sí mismos. La naturaleza «pende» de Dios Padre. Las cosas nacen en una navidad virginal, h e r ­ m anas del hombre. El hombre busca a Dios, vive en un ambiente teologal. Cada instin to que clama es una necesidad de D ios que neutraliza con su gracia el riesgo de pecado. Rotos los lazos de fa ­ m ilia carnal, riquezas, criterios humanos y pecados, no queda más que la feliz tarea de la paz y el bien. La vida es un salto prodigioso al vacío. Por eso se acen túa en cada hora de la peregrinación esa dependencia radical que nos ata a Dios con el hilo de oro del amor. Cuando le pregunten por sí mismo, Francisco dirá alborozado — como un demente tomado por el vino fuerte del amor— : «SOY EL POLICHINELA DE D IO S ...». J óse C alasanz de la A ldea , O. F. M . Cap.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz