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JO S E C A L A S A N Z DE L A ALDEA 129 r e n d a de tipo religioso. Por las lim itaciones e imperfecciones natales el hombre no es capaz de ver a Dios dentro de la estructura actual de cuerpos y almas. De aquí la enorme diversidad de la aventura h acia Dios, dentro de la unidad teológica de esta empresa. En un diálogo vibrante, fray León le cuenta a Francisco su modo peculiar de buscar a Dios. Es de saber que Francisco acude al diálogo para libertarse de la carga de Dios. Dios es el clima, el ambiente, la a tm ósfera de su vida. La m ism a impaciencia de oír y decir ciertas cosas divinas tiene por motivo la presencia urgente del Señor. Lo cierto es que las confidencias de León son desconcertantes. Fray León busca a D ios por medio de la pereza. Un día pide limosna a Pedro B em ardone. El burgués lo m ira con aquellos ojos exploradores de halcón y le tira a la cara su irritación incon ten ida: «Tienes brazos y piernas, trabaja». Fray León responde: — «¡No trabajo, pero busco a Dios!». y pretende justificarse con una ingenuidad que ofende al hombre n o rm a l: Lo m ás norm al es que irrite igualmente al hombre razonable. Desde su nueva y genial vida de vago, la naturaleza cambia de direc ción. El hombre que no está atado al quehacer agotador de cada jo r n ada tiene tiempo y ánimo dispuesto para adm irar el firmamen to estrellado. Vivir errante es estar abierto a las bellezas cósmicas. Y sobre todo, encontrarse a solas consigo m ismo. La abertura a la soledad es la iniciación de una solidaridad distinta, pero quizá más convincente que la vida cosmopolita y de relación. La soledad admite en su recinto concluso al hombre «solitario». Y desde el dinamismo de su acción solitaria lo dispara en la orientación de Dios. La viven cia de Dios halla una disciplina especial en los contemplativos. Y se explica que la abrumadora tarea corporal le prive al hombre de su m ejor porción : el ser en Dios de ese modo lúcido que hace santos. Es posible que al hombre moderno no le convenza del todo el ra zonam iento del cronista. En realidad, ¿no será un poco sospechoso hurtarse al trabajo con el pretexto de buscar a Dios? Estamos en unos tiempos de activismo en que constituye una inmoralidad la hu ida del trabajo. Se h a intentado desde distintas posiciones una ascética cristiana del trabajo. Posiblemente estemos un poco inca pacitados para «potenciar» el valor de los argumentos leonianos. Con todo, e l estado subjetivo de conciencia en que se sitúa el novelista hace correctas sus reflexiones. Lo que habría que discutir, a ten diendo a las fuen tes históricas, es la veracidad, siquiera la verosim i litud de la «vía de la pereza», en el franciscanismo. La vida prim i tiva de los franciscanos — empezando por el Fundador— transcurre 9
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