PS_NyG_1961v008n001p0111_0137

JO S E C A L A S A N Z DE LA ALDEA 121 D IOS COMO BUSQUEDA El problema que apasiona al hombre Kazan tzak is es Dios como ser necesario, vislumbrado, apetecido, buscado. Kazan tzakis tuvo que luchar a brazo partido para llegar a Cristo. De aquí esa vivencia palp itante, casi trágica a veces, del alma que se descoyunta porque no h a encontrado el cam ino verdadero. El problema de Dios tiene dos m om en tos de distinta atmósfera. Por una parte, el hombre se aferra a su formación cultural y a moldes adquiridos que repugnan directamente al dogma. En segunda instancia, el converso adquiere conciencia de la verdad del Catolicismo, pero no compromete aún su vida al servicio de Dios. Estos momentos están bosquejados con h on ­ dura en el análisis de la conversión de Francisco de Asís. Convendría apurar el rigor humano hasta los límites. Francisco de Asís fue católico de tradición. Era lo normal en el ambiente que le tocó vivir. No pasó por la servidumbre del error dogmático. Pero lo cierto es que, al igual que la generalidad de los católicos de todos los tiempos, había meditado poco sobrs las exigencias de su credo religioso. Ser católico le venía por herencia, algo así como el ser francés por línea materna. Podía decir con algún fondo de verdad el día en que se entregó a C risto : «Soy un italiano que se «convierte» al cristianismo práctico, eficiente, vivido». La búsqueda de Dios reviste formalidades diversas, matizaciones originales en San Francisco. Y no hab lo ahora de esos estados de a l­ m a característicos que fijan la actitud del converso. Me refiero a la radical originalidad del proceso franciscano. Fr. León nos cuenta su propia conducta ante el problema frente a la trayectoria del Padre Francisco. Hay fenómenos que se implican en ambas conversiones. Sin embargo, en lo que tiene de hum ana, cada temperam ento orienta la ida a Dios y le da un estilo definidor. Todo puede empezar por el sen tim ien to de decepción que produce una derrota o un desengaño. Fr. León conoce tortuosos caminos de protesta contra la humanidad y de blasfem ias contra Dios antes del «paso» último que le descubre la verdad. Nos dirá de sí m ism o con una hum ildad ejemplar y con una humanidad en ternecedora: «Y o iba de monasterio en monasterio, de aldea en aldea, de desierto en desierto, en busca de Dios. No m e casé, no tuve h ijos porque buscaba a Dios. Olvidé comer el mendrugo de pan y el puñado de aceitunas que m e daban porque iba en busca de Dios».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz