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JOAQUIN DE EN C IN A S 83 tico que parte del reconocimiento de los derechos individuales tie­ ne que dar oído a estas exigecias y procurar coordinarlas según las exigencias del bien común. En la teoría democrática este hecho está perfectamente justificado. La dificultad proviene de que estos gru­ pos no siempre reflejan fielmente los intereses de los asociados, en primer lugar porque no abarcan numéricamente a todos los intere­ sados, en segundo lugar porque comprensiblemente se impone siem­ pre el interés de los socios más poderosos económicamente, —como es cosa demostrada— y en tercer lugar porque en todo grupo existe la burocracia que no siempre es capaz de reflejar y defender esos intereses \ Pero en teoría los grupos llenan una función de inter­ mediarios a través de los cuales el gobierno está en contacto con los millones de electores. Esta actividad política de los grupos, puede realizarse directa­ mente, aunque lo más frecuente es que se haga por medio de los partidos políticos. Nadie mejor que ellos conocen sus intereses y los medios que permiten el desarrollo de los mismos. No tiene nada de extraño que los legisladores adopten con frecuencia decisiones que han sido previamente proclamadas en los congresos de los di­ versos grupos. Estas exigencias del grupo son con frecuencia como un proyecto de ley que, con el tiempo, se traducen en la codifica­ ción gubernamental. La iniciativa legislativa parte con frecuencia de los gobernados y no de los gobiernos. Sobre los métodos de ac­ ción se hablará más expresamente. En este sentido los grupos son más bien elementos de desintegración política. Cada grupo se es­ fuerza por implantar sus intereses de modo unilateral. Pero no por eso dejan de ser un eslabón insustituible en el proceso burocrático de las democracias donde suele consultarse a los afectados por la legislación. En Norteamérica se ha establecido la práctica de las conferencias de prensa en el parlamento y del «lobbying». Más frecuente y peligrosa es la actuación política a través de los partidos, sin identificarse con ellos. La distinción más funda­ mental es que los partidos políticos luchan por la consecución del poder o, al menos, por una participación lo mayor posible, para ejercerlo bajo propia responsabilidad. Los grupos de intereses ejer­ cen su influjo en la legislación del parlamento para garantizar sus intereses, pero no quieren adoptar responsabilidad ninguna. La iniciativa de trabajar con los partidos políticos parte gene­ ralmente de los grupos de intereses. Los partidos políticos sola­ mente tienen interés en unirse a los grupos en la medida en que 9. V . O. K e y , o . c ., p. 154. D . S t e n b e r g e r , 1, c„ p p : 207 s s :

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