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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 21 mentaría: presentarla toda ella como continuación de la realidad di­ vina en que fuimos introducidos por el sacramento (por el bautismo, en el caso), prolongación, en nuestra vida personal entera, de la muer­ te-resurrección de Cristo en la que fuimos sumergidos. Por este mismo hecho la teología sacramentaría queda también vigorizada; ya que se la pone en precisión de aportar una solución al problema que interesa ineludible a todo cristiano: vivir íntegramente la amplitud de los horizontes y el sentido de la vida de Dios en la que fue introducido. La orientación sacramentaría de la vida y espiritualidad cristiana es especialmente necesaria en nuestro tiempo. Mediante esta orienta­ ción ténemos oportunidad para resaltar el elemento divino, gratuito de nuestra vida espiritual. Frente al humanismo totalitario, que se cree suficiente para lograr el ideal de la vida humana sin Dios y contra Dios. En esta hora de la humanidad en que los valores comunitarios atraen tan poderosamente la atención de los hombres, el subrayar la dimensión eclesial y comunitaria de la vida cristiana es una autén­ tica necesidad. En la teología y espiritualidad sacramentaría aparece especialmente claro el sentido comunitario de nuestra vida en su plano natural y sobrenatural. Finalmente, conviene no desatender el hecho de que el hombre de nuestros días se encuentra sumergido en la corriente de una cul­ tura de base filosófica subjetivista, pragmatista y aun existencialista. En tal caso las verdades teológicas le impresionan poco, sino no las percibe en referencia a la realidad radical que es la vida y la vida personal. Desde el punto de vista teológico el hombre comienza a ser afectado por las realidades, acontecimientos y enseñanzas teológicas cuando recae sobre él la elección divina: en ella le llama Dios a la santidad y a la existencia. Ahora bien, el sacramento (el bautismo, en particular) es el momento en que, aquella «llamada» eterna, es intimada por Dios a cada hombre en forma sensible, pública, dramá­ tica: se hace un «acontecimiento» histórico en la vida personal de cada cristiano. Cuando la «llamada» eterna de Dios se encarna en un sacramento y entra en el recinto de nuestro tiempo y de nuestro es­ pacio tiene que oiría cada cristiano en forma ineludible. El amor de Dios al hombre se pliega más apremiante sobre nosotros: nos impul­ sa a comprender que hay un «tiempo y espacio de Dios para nosotros». ★★★ Los diversos aspectos de la teología bautismal son todos ellos rea­ lidades y acontecimientos sobrenaturales compresentes y complicados

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