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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 19 se ve claro que pueda surgir en la vida cristiana una doble orienta ción básica, una doble tendencia en la espiritualidad cristiana: a) A veces se acentúa el hecho de que cada hombre debe esfor zarse en realizar la muerte-resurrección de Cristo por medio de la práctica de las virtudes: humildad, obediencia, caridad, oración, mor tificación. Los mismos sacramentos serían considerados, prevalente- mente, como medios de perfección. En tal caso se origina un tipo de espiritualidad que llamaríamos ascética, individualista, moralista. b) O bien la conformación con Cristo se ve realizada en los sa cramentos de bautismo, confirmación , eucaristía, etc., bajo diversos aspectos. Las prácticas de piedad, el ejercicio de la mortificación y virtudes cristianas, las ascesis individual, son vistas como consecuen cias, preparación y continuación de la vida en Cristo lograda por el sacramento. Y en este caso asistimos al nacimiento de una espiri tualidad sacramental-litúrgica-ecclesial; ya que el seguimiento de Cristo se inicia, se continúa y se consuma en torno al sacramento: la Iglesia como «sacramento primordial», los sacramentos en sentido estricto y los sacramentales y el culto que se desarrolla en torno al sacramento y al sacramental. Esta doble tendencia de la espiritualidad cristiana no sólo es teó ricamente posible, sino que se ha dado en la historia de la Iglesia. La espiritualidad antigua de toda la Iglesia era preponderantemente sacramental-litúrgica-eclesial. Esta tendencia se atenuó un poco en occidente desde el siglo XII hasta nuestros días. En oriente ha man tenido su preponderancia. Y así, mientras en occidente los teólogos espirituales distribuyen las etapas del «seguimiento de Cristo» en eta pa de incipientes, proficientes y perfectos (vía purgativa, iluminativa y unitiva) o según los grados de oración; en oriente estas etapas si guen fijadas en su sentido primitivo sacramental. San Gregorio Ni- seno, el Ps-Dionisio, Nicolás Cabasilas, describen el proceso del «se guimiento de Cristo», la vida en Cristo, en torno a los sacramentos de la «iniciación cristiana»: bautismo-confirmación-eucaristía. La espiritualidad antigua era más sacramental, litúrgica, eclesial y comunitaria. La espiritualidad de los últimos siglos en occidente ha resaltado con exceso los aspectos morales, individuales, la ascesis personal, dejando un poco en penumbra lo sacramental y eclesial. Sin embargo, hay que evitar la fácil tentación de hablar de antago nismo o exclusivismo. El seguimiento de Cristo implica ambos aspec tos. La espiritualidad cristiana debe ser, simultáneamente y en for ma intensa, sacramental y moral, aunque en gradación jerárquica. Nosotros pretend em os destacar la importancia primordial del sa cramento en la vida cristiana; pero sin preterir la moral y la ascesis,
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