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1 8 E L S A C R AM E N T O DEL BA U TISM O exaltación. Los cristianos han de imitar en sí y reproducir estos sen­ timientos de Jesús. La imitación de Cristo en sentido moral no habrá que excluirla; pero Jesús, más allá de ser «modelo» de los cristia­ nos, debe ser también el contenido mismo de su vida. La historia re­ ligiosa de Jesús que se humilla y es exaltado (muere y resucita) debe constituir también la «historia religiosa», el contenido mismo de cada vida cristiana 6. Si nos fijamos en su contenido interno debemos distinguir en el seguimiento de Cristo, en primer término, un activo colaborar hu ­ m ano : no es el seguimiento de Cr.'sto pura gracia, pura llamada di­ vina, sino que debe encontrar una resonancia activa dentro del dina­ mismo humano y estimularlo a colaborar con Dios. Pero el segui­ miento es, sobre todo, una fuerza de D ios dentro del hombre. Podría­ mos decir que el seguimiento consiste en ir con Jesús que va delante de nosotros. Y esta fórmula desglosada quiere decir: que Jesús va delante de nosotros en cuanto anda el camino por nosotros, en nues­ tro lugar. Y nosotros vamos con El, en cuanto que la fuerza de El está dentro de nosotros. Aun cuando nosotros vamos con El, Jesús nos anda el camino; y también podemos decir que El anda de nuevo su camino en nosotros. En una fórmula breve podríamos decir que seguir a Jesús es: hacer que se verifique en nosotros su muerte-resurrección . Con todo lo que tales hechos implican: toda la historia divina de Jesús, el hu­ millado y exaltado. Servidor de Dios. Tal como hemos descrito el seguimiento de Cristo se aprecian bien claramente dos vertientes o dimensiones; sobre todo si se entiende el seguimiento como muerte-resurrección con Cristo: —hay un aspecto activo, humano, moral, ascético, consistente en que nosotros colaboramos al seguimiento de Cristo, oyendo y respon­ diendo a su llamada; aceptando activamente la fuerza de Cristo den­ tro de nosotros; procurando, por nuestros actos, cumplir en nosotros el mismo hacer, decir y sobre todo morir-resucitar de Cristo; —hay, sobre todo, un aspecto místico, divino, sacramental y pa­ sivo respecto al hombre, consistente en la fuerza de Dios que obra en nosotros, para verificar en nosotros la muerte-resurrección de Jesús, su humillación-exaltación. Teniendo a la vista esta doble dimensión del seguimiento de Cristo, 6. C fr. S chweizer , ob. eit. pp. -31-56. J. R. G eiselmann , Jesus der Christus. Die Urform des apostolischen Kerygmas als Norm unserer Verkündigung und Theologie von Jesus-Cristus. Stuttgart, 1951.

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