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ALEJANDRO DE V ILLA LM ON TE 65 de su ser— , imagen de Dios en Jesucristo. El punto de partida para toda concepción cristiana del hombre es el saber que, por el bau­ tismo, el hombre es un «ser-en-Cristo». Desde Cristo, en Cristo y para Cristo quiere Dios al hombre y le llama a la existencia sobrenatural y natural. Según San Pablo para Dios el h o m b r e es Cristo y los demás son en la medida en que están en Cristo. Y este estar-en-Cristo, es realidad plena en el bautismo: El hombre es como de hecho lo pensó el Creador: «hombre en Cristo». El bautismo realiza en nosotros las dos cosas: nos sitúa en Cristo y nos ilumina para saber que estamos en Cristo. Desde el momento en que hemos logrado este descubri­ miento básico: que el hombre es imagen de Dios en Cristo, todas las demás propiedades sobrenaturales y naturales del hombre se nos presentan como una consecuencia. 5. Nueva visión del cosmos. — A diferencia de todo concepto pa­ gano, y materialista del hombre, lo primero que la fe bautismal nos dice sobre nuestras relaciones con el mundo material, es la superio­ ridad del hombre sobre el cosmos y su liberación de las fuerzas na­ turales como consecuencia de la redención de Cristo en que entremos por el bautismo. Dos ideas fundamentales encontramos en la con­ cepción «cristiana» del cosmos: que el hombre es un ser superior e independiente de él; y que el cosmos está al servicio del hombre y a través del hombre para Dios. Ambas verdades se nos dan a co­ nocer como consecuencia de que el hombre es constituido «hijo de Dios» por el bautismo; y por efecto de que la fe nos ilumina para conocerse a sí mismo como imagen de Dios en Cristo. Desde este momento, sabe que las fuerzas de la materia no tienen dominio sobre él. Más aún que él está constituido por Dios como vicario suyo en el mundo para dominarlo y consagrarlo a Dios. El hombre participa de la dignidad regia de Cristo sobre todo el mundo (p. 57). 6. La nueva moral del bautizado. — Sobre este punto hemos ha­ blado ampliamente. El «ser-en-Cristo», además de una situación «exis- tencial-óntica» (en el orden del ser), crea en el hombre la necesidad de una nueva conducta, de un nuevo comportamiento moral. Esta núeva moral del bautizado podemos calificarla, en su rasgo más sa­ liente, como una vida «en el Espíritu». Así la describe San Pablo en Rom. 6-8, principalmente. La vida en el Espíritu es también «vida en la caridad»: vida de comunidad en el amor. Entramos en el círculo de la Caridad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; en la Caridad de Dios que se manifiesta en Cristo; en la Iglesia como «Comunidad en el amor». Y a través de la Iglesia todo el círculo de la creación, los hombres todos entran en la Caridad, que es Dios. Por eso podemos calificar la nueva moral del bautizado como nueva vida en la Ca­ ridad: en Dios y en todos los que están en la Caridad de Dios. 5

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